Mirando atrás me crece la nostalgia cuando saludo tu escudo de león… Con estas palabras nos encendía el corazón en el 75 aniversario del Real Zaragoza el gran Joaquín Carbonell.


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Pero eso no fue más que un leve corolario; porque desde siempre ya era un referente de nuestra forma de ser, de sentir, de reivindicar, de asumir. Alloza, Teruel, lugares difícilmente más enormes para empezar a ser aragonés. Allí siempre tendrán el orgullo de haberlo sabido antes, más y mejor.

Saber de él y empezar a tenerle afecto y admiración (¡con lo que eso nos cuesta a nosotros con los nuestros!) era tan fácil como inmediato. Tan discreto como intenso compartiendo escenarios con maestros como Labordeta o Sabina. Tan sabio como alegre ante cualquier oportunidad de aparecer en nuestra memoria.


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Como suele ocurrir con los mejores y más sutiles, muchos que ni se acercan a su honradez vital e intelectual ensalzarán su vida y obra. Bienvenidos fueran si algo se les pegara.

La Bullonera rompería la métrica de su mítica estrofa para decir que los de Huesca y de Teruel, como los zaragozanos, en un grito sin cuartel vamos a echarte de menos… Joaquín Carbonell.