Fiel seguidor de cualquier deporte, y en particular del tenis, pensaba que, no volvería ver correr una bola por la arcilla de la tierra batida hasta el periodo estival.

Sin embargo, en la tan esperada comparecencia de la cúpula educativa de nuestro país, hemos asistido a un peloteo a tres bandas susceptible de ser visto en la pista 15 de cualquier torneo Challenger primaveral. Porque, en esta ocasión, aún jugando en la Philippe Chatrier, no ha habido rastro de las raquetas top del circuito.


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A pesar del vago conocimiento demostrado por la ministra Celaá sobre su ámbito de acción, no querría centrar estas líneas en la imagen dada por los comparecientes, y en la vaguedad y generalidad de las medidas aportadas porque, la bola del partido la han vuelto a colocar en el tejado de los centros y los docentes.

Ante el escenario propuesto, donde debemos proceder a un ajuste curricular, han escurrido el bulto y no han asumido la labor que les compete, corriendo el riesgo de que la interpretación del ajuste normativo se haga de forma desigual, porque son muchas las variables que entran en juego para realizar esa “poda” del currículo. Pero este no es el quid de la cuestión.

Han sido varias las referencias al currículo tildándolo de enciclopédico y excesivamente amplio, cuestión que, tal y como ha dicho la ministra, ellos iban a encargar de modificar con su nueva Ley.

Se nos ha etiquetado, al cuerpo docente, al decir que, en comparación con los países de nuestro entorno, tenemos muy arraigada la medida de la repetición de curso, incidiendo en nuestra no comprensión o no asunción de las medidas de recuperación contempladas en nuestro marco curricular.

«Se nos ha etiquetado al cuerpo docente de que tenemos arraigada la medida de la repetición de curso, incidiendo en nuestra no asunción de las medidas de recuperación»

Pero, en esa equiparación recurrente con nuestro entorno, se ha planteado la clase política, ¿cómo afrontan nuestros vecinos su marco educativo? ¿cómo lo legislan? La respuesta es no y, como ocurre con otros campos ministeriales, las declaraciones que se realizan estos días no hacen más que vislumbrar rencillas politiqueras, intentando menoscabar la opción contraria en ambos sentidos, porque, esta práctica, no es exclusiva de este gobierno.


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Esta pandemia, que ha puesto en jaque a grandes potencias del mundo, y que ha golpeado severamente a nuestro país, en todos sus ámbitos, debería servir para que nuestra, en muchos casos inmerecida, clase política reflexionase profundamente sobre sus/nuestras prioridades de Estado.

Una de ellas debería ser la Educación, pero sin medias tintas, porque las generaciones que ahora mismo llenan de vida nuestras aulas, son el futuro de nuestro país y merecen que se apueste por ellos.

Por eso, la sociedad de este país y, en particular, el sector educativo, les pide que, en esta situación tan dura, aparquen sus recelos, que se olviden de bandos, que se tiendan la mano, que se esfuercen por consensuar y trabajen juntos en pro de alcanzar un gran Pacto de Estado por la Educación, porque no queremos que, con cada cambio de gobierno, el intercambio de golpes en la pista 15 vuelva a comenzar.

*Ángel Miguel Cihuelo es maestro de Ed. Primaria