En estos días que estamos viviendo, con una incidencia tan alta, viendo como se van imponiendo medidas más restrictivas para doblegar la curva y atajar el virus, nos da la impresión de estar en marzo otra vez. Un tiempo en el que veíamos subir los casos a pesar de estar en un confinamiento domiciliario, en el que aumentaban muertes y la única esperanza era tenernos encerrados.


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Eso es lo que cambia ahora, tenemos medidas impuestas, estamos confinados perimetralmente, con un toque de queda que deja nuestra ciudad fantasma por la noche, pero hay una esperanza, tenemos una vacuna que es eficaz y que puede hacer que volvamos a nuestra vida anterior.

En Aragón, especialmente, la COVI ha sido cruel con nuestros mayores, más de un 80% de los  2833 fallecidos tenían más de 70 años. Muchos de ellos internos en residencias. Desgraciadamente hemos comprobado en demasiadas ocasiones lo que pasa cuando entra el virus en una residencia. Se traduce en enfermos y muertes. Por eso la vacuna puede traer la solución en esos entornos.

Ellos son los que más lo necesitan, probablemente saben que si el virus vuelve, acabarían contagiados, y ya están sufriendo la soledad, el aislamiento, el estar encerrados en una habitación sin ningún contacto.


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De la misma forma que no nos vamos a acostumbrar al gran número de fallecidos, no dejaremos de emocionarnos con cada dosis que se ponga. Quién nos iba a decir que se nos arrasarían los ojos con un simple pinchazo.

Mientras vemos como sigue la vida en esta pandemia que nos ha tocado, con aumento esta semana de ingresos y fallecidos, un pequeño símbolo como es el paquete de las vacunas, nos hace tener la ilusión que habíamos perdido todo este tiempo, vivimos con emoción y en directo la llegada de las primeras dosis, el reparto a las residencias, las caras esperanzadas de los “abuelicos” que iban a vacunarse.

No podemos tirar todo por la borda, hemos sufrido demasiado, este virus ha dejado demasiados fallecidos, enfermos, gente con secuelas, incluidos niños. Si algo nos queda es mirar al futuro, intentar ser responsables sobre todo en este tiempo, no es el final, pero, como dijo el Ministro Illa, sí que puede ser el principio del fin.

Por Araceli, la primera persona que recibió la primera dosis en España, por Emilia, la primera aragonesa, vacunada ya por segunda vez esta semana, por nuestros amigos sanitarios que han enviado cada foto del pinchazo, sonriendo con los ojos, por todos los que han sufrido esta enfermedad que nos ha cambiado la vida, seguiremos emocionándonos con cada persona que sea inmunizada. Que no se nos olvide nunca.

*Carmen y Sonia Gutiérrez