Dos meses después de volver abruptamente a una dura fase 2, los ciudadanos de Zaragoza y de otras comarcas aragonesas podemos respirar desde el pasado jueves un poco más tranquilos. Ante el anuncio de la Consejería de Sanidad del fin de la segunda fase 2, muchos quisieron ver una segunda “vuelta a la normalidad” y unos pocos un “aquí no ha pasado nada”.

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Pues lamento aguarles el cuento, pero no. No podemos decir que estamos en una nueva segunda normalidad, porque no lo estamos. Mientras escribo esto, hemos pasado en un solo día de 248 a 423 personas infectadas, y ahora mismo 39 pacientes luchan por sobrevivir en alguna de nuestras UCIs. Esto el primer día de la temida vuelta al colegio.

Lo que sí ha ocurrido es un descenso notable de contagios y de ingresos que ha permitido relajar las medidas de contención, pero eso no significa ni mucho menos que todo haya terminado. Falta mucho aún para volver a eso, si es que algún día volvemos. Pero déjenme que les explique las tres causas principales que nos han llevado a este pequeño suspiro.

En primer lugar, Aragón fue una de las Comunidades Autónomas que tras el destete del Ministerio de Sanidad puso en marcha las medidas que los especialistas en epidemias recomiendan: rastrear (detectar precozmente a las personas que pueden contagiar, tengan o no síntomas), aislar (confinamiento durante días o catorce días en su domicilio según el caso) y diagnosticar.

Nadie duda de que se podía haber hecho más, y de que esta segunda ola ha dejado al descubierto las debilidades de nuestra Atención Primaria, que ha sumado a su descomunal tarea habitual el peso del rastreo de los contactos.

Si no me creen, no tienen más que pedir cita con su médico y ver para qué día le dan, y no precisamente porque estemos sin hacer nada, sino porque no podemos hacer más con los medios que tenemos. Aragón adoptó, en la medida de sus posibilidades, las medidas adecuadas y eso ha influido en que salgamos antes. No todas las Comunidades Autónomas pueden decir lo mismo.

«No tienen más que pedir cita con su médico y ver para qué día le dan, y no precisamente porque estemos sin hacer nada, sino porque no podemos hacer más»

En segundo lugar, también ha ayudado (más de lo que pueden pensarse) el consenso político. La oposición no ha dado la espalda al problema y ha apoyado y aconsejado al gobierno autonómico, algo que el propio presidente Lambán ha agradecido. Tampoco desde el Ayuntamiento de Zaragoza (el principal núcleo afectado) se han oído voces discrepantes ni disparates como se han oído en el Mercado del Val, por ejemplo.

El tercer gran factor es la concienciación ciudadana. La inmensa mayoría de la población ha comprendido y aceptado, aunque sea con resignación, las duras medidas restrictivas. Es difícil de aceptar que la PCR y el aislamiento no se hace solo para diagnosticar a uno, sino para proteger a los demás.

El fundamento de realizar estas pruebas (hemos realizado más de 250.000 PCR a estas alturas en Aragón) es buscar las cadenas de transmisión para cortarlas lo antes posible y evitar así la propagación de la enfermedad.

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Sin embargo, no todos han sido alegrías. Este fin de semana pudimos ver por el Tubo a unos pocos incívicos celebrando que “solo” hay 150 contagios nuevos y que “solo” haya 40 personas entre la vida y la muerte, olvidando que ellos mismos han podido contagiarse y por tanto propagar la COVID a sus padres, a sus parejas, a sus hijos y provocar el cierre de sus negocios y de puestos de trabajo. Una minoría, sí, pero suficientemente grande para hacer fracasar todo aquello por lo que hemos luchado todos.

«En el Tubo a unos pocos incívicos celebrando que “solo” hay 150 contagios nuevos y que “solo” haya 40 personas entre la vida y la muerte»

Nos preocupamos y con razón de la vuelta al colegio. Nos preguntamos y con razón por qué podemos tomar algo en una terraza sin mascarilla y no podemos ir al parque con nuestros hijos. Pero no podemos olvidarnos a continuación de todo para salir de tapas o irnos al bar de enfrente del centro de salud nada más hacernos la PCR.

De momento, podemos estar contentos. El esfuerzo de todos ha conseguido tumbar la curva a niveles, digamos, tolerables, pero en ningún caso a tumbarla. No deberíamos olvidar que esta segunda falsa normalidad puede acabar antes de lo esperado si no actuamos todos con responsabilidad. No la fastidiemos antes de empezar o nos veremos pronto en una tercera fase 2.

*Ignacio González Lillo es médico de familia.