Son dos palabras que resonaron con fuerza en el pleno municipal. ‘Oye, guapa‘, espetó el concejal de Podemos -y siempre buenista-, Fernando Rivarés durante un debate financiero a la portavoz popular del Gobierno de Zaragoza, María Navarro.


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En ese momento, la caja de los truenos política, mediática y social -en ese orden- pusieron el foco en el comportamiento del edil morado por su salida de tono. Y no es para menos.

El comentario displicente de Fernando Rivarés a la concejal popular denota una superioridad varonil que dista mucho del comportamiento que debe darse en cualquier institución.

El comentario, trufado de machismo, no se suelta por convencimiento sino por caracterizarse en su uso más inconsciente. Es el ejemplo más claro del tan manido micromachismo que la izquierda sacude a todos menos a ellos. Una actitud habitual en la sociedad española -aún machista- que podemos comprobar en cientos de momentos de nuestro día a día.


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El hecho de haber sido utilizado por el concejal de Podemos, por muy noble, casto e izquierdista que se considere, muestra que nadie está libre de un argumento estéril e intolerante del machismo más lacerante, ya sea dentro de un exabrupto o en una coletilla dialéctica.

«Oye, guapa: Es el ejemplo más claro del tan manido micromachismo que la izquierda sacude a todos menos a ellos»

Ni la izquierda está libre de machismo, por muchas lecciones que den. El hecho de proferir ese tipo de comentarios en ese contexto retratan a quién no dudará en hacerlo en la barra de cualquier bar.

Pese al censurable comportamiento de Rivarés que pudiese haber sido fruto del calentón del debate, aún es más preocupante -y censurable- que no rectificará su comentario tras invitarle a hacerlo el propio alcalde de la ciudad, Jorge Azcón, como moderador del debate.

Lo ha hecho tres horas después, y escondido en un comunicado con el sello de Podemos. El concejal morado ha explicado que «en el fragor del debate» ha cometido el «error» de utilizar una «expresión coloquial» que «en absoluto tenía tintes machistas ni pretendía menospreciar la condición de la señora Navarro».


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Podrían ser razonable las explicaciones, pero el mismo comunicado no reconoce las disculpas sin condicional. «Si se ha sentido ofendida» la concejal del PP María Navarro por llamarle «guapa», explica Rivarés, retira el comentario y reconoce su «torpeza».

Ni es un error, ni es una torpeza, y sí se ha sentido ofendida. El comentario de Rivarés es, no sólo de mala educación, mal gusto y machista, sino que denota el micromachismo que aún se percibe en cada momento de nuestro día.

El ‘oye, guapa’, es una declaración con tintes machistas que no se debe permitir. La rigidez institucional sólo permite el trato desde el respeto. Y la izquierda no está libre de machismo. Es sintomático que desde las filas de Podemos, y de otra parte de la izquierda, se encuentra un iliberalismo que contradice todo lo que defienden.

Las fuerzas de la derecha han sido criticadas hasta la extenuación por su machismo. Sin embargo, la izquierda siempre ha tenido la patente de corso para no ser acusado de maltrato discursivo a la mujer. Su machismo es el peor: el que no se critica. Las camisetas moradas un día pero mantienen el acusado micromachismo social otro día.

Un machista de derechas es igual que un machista de izquierdas. No hay diferencias. Tan sólo hay que visibilizar cualquier intolerancia sea quien sea, y venga del lado que venga.