Tantas veces se oyen quejas sobre la limpieza de nuestras ciudades. Es un asunto que preocupa y que, como casi siempre, se politiza (quiero decir: se usa como arma política contra el regidor de turno). Si el alcalde es de un partido que no nos gusta la culpa de la suciedad será de los responsables municipales.

No voy a eximir a los alcaldes y sus corporaciones de las responsabilidades en la parte que les corresponda, pero voy a ser tajante en este sentido (consciente de que lo que voy a decir a continuación no es políticamente correcto): La responsabilidad de la suciedad de una ciudad es casi exclusiva de las personas que la habitan o que la visitan.

En un simple paseo por su ciudad podrán comprobar lo que les digo: escupitajos, chicles y colillas por doquier, entre otros desperdicios (en otro artículo anterior ya me referí a los excrementos de perros). No digamos los contenedores para reciclaje, donde a veces encontramos más basura fuera que dentro (pobre del vecino que tiene uno junto a su casa).

Calle Latassa, Zaragoza / Javier Jiménez Olmos

No puedo dejar de mencionar como quedan algunos parques, plazas públicas o paseos de algunas ciudades los fines de semana. Verdaderos vertederos al paso de los participantes de en los llamados «botellones», que con total impunidad ensucian estos lugares públicos e infringen las normativas municipales de consumir bebidas alcohólicas en espacios no permitidos.

En fin, un montón de inmundicias que incluso se las encuentra en los patios de las comunidades de vecinos, algunos (iba a calificarlos muy duro, pero prefiero llamarlos simplemente maleducados) arrojan a los patios de la comunidad incluso residuos tan poco gratificantes como preservativos usados o restos de comida (algunas veces de esa que llamamos fast food , vamos “comida basura”).

No quiero olvidar que los alrededores de algunos establecimientos, autorizados a vender bebidas y comidas, ante el incivismo de algunos usuarios y la ausencia de contenedores (posiblemente habría que exigir que esos establecimientos los facilitaran), se convierten también en vertederos improvisados los fines de semana.

(No ocurre en zonas degradas y marginales, donde tampoco sería aceptable, sino en pleno centro de las ciudades como en el Paseo Fernando el Católico de Zaragoza).

El colmo del desprecio a la convivencia lo encontramos en algunas zonas muy transitadas de las ciudades ya se han visto “elementos humanos” que orinan y defecan a plena luz del día. (Hechos también observados en el paseo anteriormente citado).

Paseo de la Expo junto al Ebro en Zaragoza / H.A

La limpieza de una ciudad es responsabilidad de todos, es una cuestión de educación. Hace falta educación para la convivencia, para el respeto a lo que es de todos.

Así que, dejando al margen las preferencias políticas comencemos a señalar a los verdaderos culpables de la suciedad de una ciudad.

Como ya he dicho en algún otro artículo, la educación es muy importante, pero las sanciones obligan a recordar la educación recibida.

Y aquí sí que quisiera decir que los responsables locales deberían de insistir en las campañas educativas sobre la limpieza y además sancionar a los infractores de las ordenanzas municipales relativas a la limpieza, las que ya existen o las que se pudieran elaborar para conseguir unas ciudades más limpias.

No es de recibo que las autoridades no vigilen y sancionen a los que ensucian la ciudad.

La ciudad es de todos y la limpieza se paga con el dinero de todos. Así que ánimo alcaldes y concejales, pongan a algunos policías locales a vigilar y a sancionar a los que no respetan las normas de limpieza, eso sí que les corresponde a las autoridades locales y ahí sí les criticaremos cuando no actúen.