Estoy viendo el telediario y veo como los valencianos se sienten orgullosos de su pólvora y sus fallas. Pero aquí sales a la calle y lo único que oyes es «Que molesto es esto del cierzo, ojala llegue ya el verano».

Vemos a todo el lado negativo. Nos encanta quejarnos. Ya nos puede ir todo francamente bien, que si no nos quejamos durante el día, creemos que nos pasa algo.

¿Por qué nos molesta el cierzo?

Porque nos remueve el pelo, puede retocar nuestro maquillaje, subirnos la falda que tanto nos había costado ponernos o desbarajustarnos la raya del traje que con tanta ilusión nos habíamos puesto.

¿Qué sería de nosotros si supieran que llevábamos peluquín? ¡La muerte en vida!

No queremos que nos «remueva» nuestra máscara que nos ponemos al salir de casa.

Ya conseguido nuestro propósito: trabajo, pareja, status o seguidores en redes, sólo queremos que no venga el «cierzo» a tocarnos las «frutas de Aragón» que todos tenemos.

Sin embargo, cada día creo más, que para que haya un nuevo guión, sería necesario que el cierzo se diera un paseo por muchas de las empresas, instituciones y personas que nos rodean.

«¿Por qué nos molesta el cierzo?»

¿Cómo podemos aguantar que a trabajadores que tienen rasmia, ganas de luchar por el avance de sus compañeros, reciba mensajes «recomendándole» que frene su ímpetu y se calme?

¿Cómo podemos aguantar que un político que dice que hace lo mejor por nosotros, insulte a sus compañeros de pleno como en el patio de un colegio?

¿Cómo podemos permitir que nos quejemos de la despoblación de Aragón y cuando se le ofrece a un político, de voz y mando, ideas diferentes para paliarlo, te contesta: «Hacemos lo que podemos y esa idea es algo irreal«?


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¿Cómo podemos aguantar que lideren iniciativas «emprendedoras» personas que ni en su vida han ido por otro camino que el conocido por ellos mismos?

Estas cosas y muchas más las aguantamos en nuestra Comunidad Autónoma, en nuestra ciudad y, ¿no somos capaces de aguantar un poco de aire?

Lo que pasa es que no creemos en nosotros.

No creemos en el potencial que tenemos. No creemos que con lo que tenemos podemos empezar a hacer las cosas.

No creemos en la voz que tenemos, porque pensamos que otros la tienen «más grande». Creemos más en otros que en nosotros.

«Lo que pasa es que no creemos en nosotros. No creemos en el potencial que tenemos»

Pero eso sí, vivimos molestos, pero de ahí a hacer algo para cambiar el rumbo de la situación, como que no.

Rasmia es tener cojones, sea quién sea quién esté delante, por imposible que parezca. Es darle la razón a aquellos monologuistas que dicen que somos cabezones, y que no sólo tenemos la Plaza del Pilar grande, sino también nuestro orgullo.

El poder que todos tenemos de crear nuestras circunstancias y luchar por lo que somos y queremos.

Tengo complejo un poco de Agustina de Aragón en estos momentos. Pero también sé que el miedo, la vergüenza al qué dirán y sentirse señalado por los demás, hace que nos quedemos mejor en casa con la manta, esperando y creyendo que así la cosica se pasará.

Señores, basta ya. Y mientras nos dirán que somos muy majicos, hospitalarios, que estamos en una zona de España muy bien situada, con eso nos quedaremos.

El cierzo nos molesta.

Pues démosle las gracias. Nos muestra lo que no nos gusta, lo que no soportamos, lo que no aguantamos.

¿Qué no nos aguantamos a nosotros mismos? ¿Nuestra situación? ¿Qué nos muestra algo que no habíamos visto?

Si te sigues quejando a pesar de saber lo que te pasa, es culpa tuya. No la de los demás.

Yo por mi impondría que el cierzo estuviera todo el año. Así la rasmia sería una muestra entre los mediocres y los que quieren lo mejor para ellos y para los suyos.

Sintámonos orgullosos de nuestro cierzo.

*David Asensio es consultor, escritor y conferenciante. CEO de Chocolate Rojo Consulting