Y sin quererlo. Casi sin percibirlo. El mes de abril se esfuma entre los dedos. Nunca una canción del monumental Joaquín Sabina ha tenido tanto rigor como en estos tiempos de la tan manoseada ‘nueva normalidad’ del coronavirus.


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«En la posada del fracaso donde no hay consuelo ni ascensor… y cuando en la calle pasa la vida como un huracán»Es que es precisamente esto: ¿quién nos ha robado el mes de abril?

Sin darnos cuenta. El mes donde florece la vida al ritmo de la primavera, el mismo mes que huele a Feria, el mes que despide la luz solar cada vez más con más retraso –sin prestar atención al reloj- o el mes de los encuentros para planificar el añorado verano.

Todo lo que desprende abril nos deja sin vivirlo para dar paso a la incertidumbre de un mayo de desescaladaLa anormalidad que viene, que no la ‘nueva normalidad’ del pregonero Pedro Sánchez, con las cuatro fases de la desescalada que satisfacen parte de nuestra esperanza baldía desde hace casi cincuenta días de confinamiento.

Los memes que nos alegraban el inicio del confinamiento comienzan a asomarse. Es la sintonía primaveral de aquel vecino confinado que anhela retornar a su vida. El timbre que nos alerta que algo bueno se acerca. O parece que se acerca. El desconfinamiento será gradual, asimétrico y por fases. Un jeroglífico que pocos entienden pero todos desean

«Todo lo que desprende abril nos deja para dar paso a la incertidumbre de un mayo de desescaladaLa anormalidad que viene»

Ya ni nos acordamos de qué hicimos antes de cerrar la puerta de casa un día de marzo cuando se inició el confinamiento. Tampoco merece la pena, es casi inservible pensar en el tiempo anterior a este confinamiento simulado en pesadilla cuando tan sólo parecía ciencia ficción. Lo importante es el qué haremos. Lo que está por venir.


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Y es que, quien no está empezando a hacer planes estos días. Aunque sean tan parciales como sencillos. Cruzarte a un familiar por el barrio porque justamente has quedado en la esquina de siempre para hablar de lo de siempre, aunque ahora ya sin pantallas.

O saludar en la distancia a otro runner ansiado de ejercicio por la ribera del Canal Imperial. Hay quién está agendando hasta la primera cervecita en la terraza de siempre a las 12 de la mañana el día que la fase que sea nos lo permita.

En esto consiste, al menos, la anormalidad que nos viene. Volver a ser lo que siempre hemos sido: desplegar nuestros sueños porque estamos cerca de salir de las mismas cuatro paredes, anhelar un abrazo con el cierzo primaveral susurrando, sonreír de placidez en los rincones que tanto añoramos…

Nos han robado el mes de abril pero aún soñamos con nuestra calle melancolía.