¿Te has fijado que casi siempre (por no decir siempre) reaccionamos con cierto rechazo hacia los cambios tecnológicos? Parece que como humanidad nos gusta eso de llegar tarde a la fiesta de la innovación. Y obviamente con una transformación como la que se nos viene por delante con la IA no nos quedamos atrás. 

No es algo que se me haya ocurrido a mí, tranquilamente sentado tomando un café en alguna de nuestras maravillosas terrazas estivales, es algo de lo que se dio cuenta Clayton Christensen. Ya sé que no te suena tanto como la última canción de Shakira o el último vídeo de TikTok, pero además de ser profesor de Harvard Business School, fue la persona a la que debemos que cada dos por tres hablemos de innovación disruptiva, ya que acuñó este concepto. 

Imagina una carrera en la que van a medir su rapidez cuatro tipos de transformaciones: los cambios tecnológicos, los sociales, los empresariales y los legales. Pues bien, digamos que, si los tecnológicos son el correcaminos, los sociales son una tortuga y los legales un bonito perezoso a cámara lenta. Esta es una metáfora la Ley de la Disrupción de Larry Downes que plantea que “los sistemas sociales, políticos y económicos cambian incrementalmente, pero la tecnología cambia exponencialmente”. 

Esto ocurre porque tendemos a subestimar el impacto de las nuevas tecnologías, ya que nuestro cerebro se basa en la experiencia pasada para evaluar e interactuar con la realidad. De ahí que nos cueste tanto gestionar los cambios y seamos tan conservadores (que sí, que sí… que desde una perspectiva de transformación e innovación todos somos conversadores, incluso tú que estás siempre a la última). 

Lo de la Inteligencia Artificial va a ser algo estratosférico, porque no es como en el s.XVIII con la introducción de máquinas que optimizaban los procesos de producción, es que la IA se meterá en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Como dijo el sabio, todo gran poder conlleva una gran responsabilidad y con la Inteligencia Artificial tenemos muchas. Sobre todo, por las controversias éticas que acarrea, como la privacidad de los datos, la transparencia de los algoritmos y los sesgos que pueden estar presentes en los algoritmos. 

Para sacarle jugo a la IA y minimizar los problemas que pueda traer, necesitamos dejar de llegar tarde, empezar a adaptarnos y construir una cancha de juego (sandbox para los sibaritas) que permita alcanzar los mayores resultados posibles con los menores impactos sociales. 

Terminemos con un buen sabor de boca, en nuestras manos tenemos un potencial inimaginable de mejorar nuestras habilidades y capacidades, el tema de la IA no lo podemos reducir a un “a favor a en contra”, o a otro “es bueno o es malo” porque como todo desarrollo tecnológico ha venido para quedarse así que enfoquémoslo a un “cómo le sacamos el máximo partido para mejorar nuestra realidad”. 

Ahí aparece la oportunidad para que los cambios empresariales que en la carrera que visualizamos antes, se ubicarían entre la tortuga y el perezoso, superen sus miedos, suelten amarras y pisen el acelerador para no llegar tarde a la transformación que viene (incluso ya está aquí) y asegurarnos entre tod@s que la IA sea una herramienta en nuestro camino hacia un futuro mejor. 

Déjame acabar con una invitación, si te interesan estos temas, consideras que las organizaciones que no innovan terminarán desapareciendo y te apetece aprender de personas que han innovado y fracasado innovando y que quieren contar sus experiencias para que los demás hagamos mejor las cosas, te esperamos en el Ebro Innovation Day el próximo 22 de junio.