El pasado martes dimitió Pilar Ventura. Lo desmedido y lo desafortunado de sus declaraciones provocó un tsunami en el colectivo sanitario que la amenazaba a ella y a su Presidente, en un momento en el que más que nunca se necesita una Consejería y un Gobierno de Aragón que dé seguridad.


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La salida de Ventura era lógica y esperada, aunque fuese en diferido. No acertó Lambán cuando apostó por ella para sustituir al exconsejero Celaya. Su falta de empatía y su falta de experiencia política eran ya conocidas de antes.

Ella venía de la Secretaría General Técnica, un órgano dedicado a la gestión y a la burocracia interna del SALUD y de diversos cargos de la Administración. Desde luego, no era la persona más indicada para el cargo y mucho menos para encarar la peor crisis sanitaria a la que nunca nos hemos enfrentado, como ha quedado patente.

La política sanitaria es compleja, sin duda, y no vale cualquiera para estar al frente de la consejería con mayor carga presupuestaria de Aragón. Sanidad tiene muchos recovecos, muchos engranajes, muchos indicadores y periódicamente surgen crisis que obligan a una casi permanente  exposición pública.

«No acertó Lambán cuando apostó por Ventura para sustituir al exconsejero Celaya. Su falta de empatía y su falta de experiencia política eran ya conocidas de antes»

Si no es un puesto sencillo en condiciones normales, menos lo es ahora con esta coyuntura. Quién coja el relevo ahora, lo hará en medio de una pandemia que sigue dejando nuevos casos y fallecidos cada día y lo más grave, con los sanitarios agotados, exhaustos y además muy enojados.

La ‘nueva normalidad’ exige una nueva normalidad sanitaria adaptando todos los recursos sanitarios en un tiempo récord, como no se hacía desde los años ochenta y noventa del siglo pasado.

Hay que potenciar (y mucho) la Salud Pública, con mayor recursos humanos y técnicos, hay que hacer frente a la nueva Atención Primaria, que no puede ser como la anterior, colapsada y saturada; las nuevas tecnologías deberán entrar sí o sí para desburocratizarla y exponer lo menos posible a los usuarios y a los sanitarios.

Habrá que establecer servicios y camas específicos para los pacientes que sean atendidos en las Urgencias e ingresados para garantizar su aislamiento. Se deberán aumentar la cantidad de tests a realizar, tanto a usuarios como a personal sanitario.

Deberá haber mayor disponibilidad de camas de UCI, y de personal y habrá que tener previsto rebrotes de la enfermedad que obliguen a doblar la capacidad de las UCIs actuales, y sobre todo, hay que garantizar que todos los sanitarios dispongan de EPIs adecuados, y esta vez sin excusas.

En definitiva, habrá que estar preparado para lo que sabemos que va a venir. El SARS-COV2 va a cambiarlo todo.


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Estos cambios que se avecinan deberían venir acompañados con una profesionalización de la gestión. No podemos dejar tamaño presupuesto y semejantes medidas en manos de aficionados o amiguetes del partido. Hoy más que nunca necesitamos talento y materia gris al frente, gente que sepa el terreno que pisa. No podemos cometer más errores.

No sería de extrañar que este nuevo cargo fuese un cargo provisional, de tránsito, hasta 2022, alguien capaz de tender la mano a los sanitarios, con gran capacidad de diálogo y que afronte los cambios que necesariamente hay que acometer.

Una nueva consejería para una nueva realidad. La elección definitiva de Sira Repollés como consejera de Sanidad, espero y deseo que sea un acierto y no tengamos que lamentarlo, por el bien de todos.

*Ignacio González Lillo es médico de familia.