La gestión del riesgo y la seguridad son dos aspectos que han configurado nuestra mentalidad hasta casi hacernos creer que el riesgo cero es posible. Ha sido una ilusión colectiva pensar que todos los escenarios de amenazas posibles, estaban previstos y controlados.

Hemos vivido con una falsa sensación de riesgo cero, esa es una de las razones por las que hemos tardado en reaccionar ante esta pandemia global, por la incredulidad hacia nuestra vulnerabilidad.


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En este momento tan grave en el que manejamos slogans como ‘esto lo paramos entre todos’, creo que es importante que reflexionemos y nos convenzamos de que esto es así.

La actitud y responsabilidad de los ciudadanos en general, de los profesionales de muchos sectores en particular y el ejemplo de liderazgo de algunos empresarios, que han sabido valorar con certeza la situación, elaborar e implementar planes consistentes y manejar los tiempos adelantándose al gobierno de España, nos demuestran que es así.

España es un país que funciona fundamentalmente gracias a los individuos que lo forman.

Tenemos la suerte de vivir en una democracia y, a la vez, corremos el enorme riesgo de encomendar la responsabilidad y la resolución de nuestros problemas al Estado. Más que un derecho, la democracia es una responsabilidad que conlleva deberes y obligaciones.

«España es un país que funciona fundamentalmente gracias a los individuos que lo forman»

El Estado no es más que los individuos que en un momento determinado lo administran, no es un ente superior, en ocasiones lo componen buenos equipos y en otras ocasiones, desgraciadamente, no. 

Esta pandemia ‘la pararemos entre todos’, y la post-pandemia la debemos construir entre todos sin delegar al Estado la responsabilidad total. Es un buen momento para rearmarnos como ciudadanos, recuperar el protagonismo como individuos, repensar el presente y proponer el futuro.

Esta reflexión es compatible con recordar que necesitamos que los estados que conforman la Unión Europea actúen de forma coordinada para afrontar el mayor reto al que nos hemos enfrentado de forma colectiva en las últimas décadas, dependemos más que nunca de sus decisiones y es una oportunidad única para reafirmar la legitimidad de las instituciones europeas.

Una crisis es un catalizador de cambio que debemos protagonizar los ciudadanos. Lo que nos espera después del coronavirus no va a ser una recuperación, va a ser una reconversión en la que la sociedad tiene la oportunidad de crecer. Crecer, en palabras de Virginia Woolf, es perder ciertas ilusiones, para abrazar otras.


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Cualquier tiempo pasado fue anterior, no necesariamente mejor. Las decisiones que nos garantizaron éxitos en el pasado no nos garantizan éxitos futuros porque estamos en un entorno muy disruptivo en la que la única constante es el cambio. Es el momento de abandonar los corsés que ya no sirven para nuestra nueva realidad, de crear nuevos paradigmas, es el momento de innovar y de ser ante todo y sobre todo, flexibles.

«La post-pandemia la debemos construir entre todos sin delegar al Estado la responsabilidad total. Es un buen momento para rearmarnos como ciudadanos»

Salvar personas es lo primero, y salvar empresas y autónomos nuestra siguiente prioridad. Esta crisis ya nos está haciendo intuir que nuestro futuro debe cimentarse en el progreso científico y tecnológico, en la nueva economía.

En el progreso científico, porque seguramente a partir de semejante ataque perpetrado por un diminuto e invisible virus, percibiremos la salud con otra óptica basada más en la medicina preventiva que en la curativa.

Invertiremos más recursos en salud con enfoque proactivo, tendremos más fe en la tecnología para diagnosticar enfermedades futuras, las infecciosas especialmente, y la telemedicina y el uso de weareables de salud posiblemente serán de uso cotidiano.

El progreso tecnológico, porque los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y nuestra nueva dimensión digital nos permite, aún en estas circunstancias de confinamiento, estar conectados y comunicarnos en tiempo real con las personas de nuestro entorno.

El siglo XXI ha sumado a nuestra dimensión analógica, una dimensión digital. Nuestras dos dimensiones, analógica y digital, forman parte de una misma vida y ya no funcionan la una sin la otra.


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Nuestro entretenimiento estas semanas de reclusión es fundamentalmente digital y a la vez social, por medio de videojuegos para jugar conectados con amigos, plataformas de contenidos culturales o redes sociales.

Estamos teletrabajando de forma masiva y esto nos está demostrando que la productividad no va siempre ligada a la presencialidad. Esta evidencia puede aumentar la calidad de vida de los trabajadores y puede mejorar el medioambiente evitando traslados diarios innecesarios, puede hacer más eficientes a las empresas optimizando recursos que están sobredimensionados y puede ser una gran oportunidad para la descentralización del Estado y la repoblación de la España vaciada.

«A partir de semejante ataque perpetrado por un diminuto e invisible virus, tendremos más fe en la tecnología para diagnosticar enfermedades futuras«

Mención aparte merece el comercio de bienes y servicios, en este momento de restricción analógica cobra más relevancia que nunca la urgencia de la digitalización. El comercio tiene una función social innegable, creando riqueza y empleo, dando vida a las calles o preservando nuestra identidad cultural, entre otras misiones.

En una situación como la que se nos avecina, la crisis económica postcoronavirus, tras semanas sin ingresos y pese a las medidas económicas de los gobiernos, muchos autónomos y microempresas se verán abocados al cierre analógico de sus tiendas y oficinas. Poder ofertar sus productos y servicios online puede ser una solución estratégica para mantener a sus clientes y seguir facturando.


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El comercio de bienes y servicios de proximidad tiene muchas fortalezas que, cuando amaine la tormenta, seguirá conservando. Los negocios de proximidad tienen la mejor base de datos posible porque conocen muy bien a sus clientes, un trato personal que nunca podrá reemplazar la tecnología, cuentan con una trayectoria de años generando confianza, que es su principal activo.

En este momento para las empresas las medidas de liquidez son tan urgentes como las de digitalización para mantenerlos con vida hasta que nos recuperemos. Debe haber un claro y decidido apoyo institucional para digitalizar de forma masiva al comercio de bienes y servicios tradicional, para que sigan operando de forma online hasta que se recuperen y puedan volver a sus estructuras de costes fijos habituales y a llenar de vida las calles.

Por otra parte, los ciudadanos ya no necesitamos imaginar que son las ciudades sin pequeños negocios de cercanía, lo estamos viviendo. Nuestras decisiones de compra tienen, hoy más que nunca, el poder de decidir que modelo de ciudad queremos.

Mientras todo esto llega, me despido con una cita de Kennedy: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.

Carmen Herrarte es consejera de Economía, Innovación y Empleo del Ayuntamiento de Zaragoza