Dice el artículo 6 de la Constitución que los partidos políticos son el «instrumento fundamental para la participación política». En otras palabras, los partidos son un instrumento al servicio de la sociedad para que los ciudadanos podamos participar en política con el objetivo de transformar la sociedad.

Dos ideas fundamentales subyacen en esta definición. Por un lado, el carácter instrumental de los partidos y por otro la búsqueda de una sociedad mejor. Cuando la práctica de un partido se ajusta más a esa idea, los partidos suelen tener mejores resultados. Y a la inversa.

Lamentablemente, demasiadas veces, los partidos se dejan arrastrar por inercias tóxicas y sus dirigentes (o aspirantes a serlo) convierten a los partidos en un fin en sí mismo y sustituyen el bien común por el interés particular.

El PSOE-Aragón se debate entre poner el foco en la labor de un Gobierno de Aragón que nadie dice discutir o ponerlo en el ombligo de la organización

Cuando esto sucede, los debates en esos partidos dejan de ser sobre las políticas concretas (educación, sanidad, economía, impuestos,…) para centrarse en modelos de partido y procedimientos internos. Y cuando esto también sucede, se anteponen intereses o rencillas personales del tipo de haber ido o no en una lista, o incluso resquemores más atávicos aún.

El actual proceso de primarias del PSOE-Aragón consiste en eso. El PSOE se debate, en realidad, entre poner el foco en la labor de un Gobierno de Aragón que nadie dice discutir o ponerlo en el ombligo de la organización. Entre hablar de políticas enfocadas a los ciudadanos o en reabrir debates pasados (y cerrados) para buscar restañar (o vengar) supuestos agravios.

La elección es clara. Si nadie dice discutir las políticas del Gobierno de Javier Lambán, el PSOE debe ser serio y no abrir cismas ajenos a las políticas que de verdad importan a los ciudadanos. El PSOE no puede, y menos aún en el Gobierno, dejar de ser un instrumento al servicio de la sociedad y convertirse en un campo de batalla interno que los ciudadanos no van a entender, ni me temo que perdonar.