Ahora que estamos en el mes de los buenos propósitos, de apuntarse al gimnasio, de bajar el colesterol o de leer un poco más, hay algo mucho mejor y gratis que mejora nuestra salud mental y física: ser optimistas.

«Ningún pesimista descubrió jamás los secretos de las estrellas. O exploró una tierra no cartografiada o abrió ningún cielo nuevo para el espíritu humano«, decía Helen Keller, escritora y activista política sordociega desde los 19 meses de edad.

Los que saben de estas cosas dicen que los optimistas se deprimen y enferman menos, mejoran su rendimiento académico, deportivo o profesional y la vida les es más fácil (o al menos así lo perciben).

Pero no soy psicólogo y no les voy a hablar del optimismo en la vida familiar o profesional; sino del patrioptimismo, del entusiasmo y del orgullo de pertenencia a una comunidad, a una nación.

«Ningún pesimista descubrió jamás los secretos de las estrellas. O exploró una tierra no cartografiada o abrió ningún cielo nuevo para el espíritu humano«

Ser patrioptimista le prevendrá del contagio de la baja autoestima que propagan tantos tristes que nos rodean.

Desde políticos, periodistas y tertulianos a paisanos en el bar o vecinos en el ascensor viven en lo que Bieito Rubido llama «la subcultura de la queja».

Una visión que nos lleva a que España sea el penúltimo país de una lista que mide la percepción sobre el Estado en el que se vive (en la que ganan los chinos y los rusos, por cierto)

Y es que no sabemos que vivimos en el quinto país más seguro del mundo, el tercero con mayor esperanza de vida y el segundo con menor mortalidad infantil, el segundo que mejores índices de salud tiene y líder mundial en trasplantes.

También somos el segundo con más bienes declarados patrimonio de la humanidad, ya nadie nos gana en turismo recibido y nuestro pasaporte es el tercero que más accesos abre a la hora de viajar.

Por si eso fuera poco, muchas de nuestras empresas son líderes mundiales en su sector de actividad: la mayor obra de ingeniería civil del mundo (el nuevo canal de Panamá), el AVE Meca-Medina, o la empresa líder en el mundo de la moda son ejemplos Made in Spain.

¿Alguien cree que no podemos estar más orgullosos que los Chinos o los rusos de nuestro propio país?

Y eso que no hemos hablado de los días de sol al año o de que solo en Lavapiés hay más bares que en Noruega, o de la cantidad de restaurantes donde los sencillos menús constituyen auténticos homenajes.

«Los españoles son felices, pero ellos no lo saben», con estas palabras de la modelo venezolana Astrid Klisans, resumía B. Rubido ese estado de queja que nos rodea.

«Los españoles son felices, pero ellos no lo saben»

Es el optimismo el que genera audacia, el que empuja a los emprendedores, el que facilita la tolerancia y el consenso, el que impulsa el crecimiento.

El pesimismo, en cambio, adormece el ingenio, frena proyectos e ilusiones, entorpece el entendimiento y genera estancamiento.

En definitiva, el pesimismo, como decía Eisenhower, nunca gana batallas.

¡Apúntese al patrioptimismo!