Autocracia: Régimen político en el que una sola persona gobierna sin someterse a ningún tipo de limitación y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad.

En su corto mandato Pedro Sánchez apenas ha enviado un pequeño número de proyectos de ley al Congreso, algunos seguramente ya en preparación en la época de Rajoy, y, por el contrario, ya contabiliza en su haber treinta y tantos decretos-leyes.


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Una proporción inquietante que pone en cuestión sus convicciones democráticas y en duda la vigencia de nuestro régimen parlamentario, algo que pocos advierten… de momento.

Tal vez cuando se den cuenta ya será tarde. Y que es más inquietante aún si recordamos que ha declarado secretos los gastos de sus viajes, incluso de aquellos de índole privada, poniendo a su servicio los recursos del Estado; que ha suplantado en sus viajes al extranjero la alta representación que correspondería al Rey; y si recordamos el descaro con que ha incumplido todas y cada una de sus promesas, pese a gobernar en minoría, o su falta de escrúpulos a la hora de pactar con partidos que son enemigos declarados de España y que aspiran a romperla.

Pero no es sólo un peligro para la democracia. La gran mayoría de sus decretos esconden bajo el disfraz “social” un claro propósito electoralista. Y todos ellos cuestan dinero público, mucho. Todos ellos engordan el déficit público hasta el momento de escribir este artículo en casi cuarenta mil millones de euros, y ya ha expresado su voluntad de incrementar esa cifra.

Con una deuda pública que intimida, con toda Europa mostrando signos de recesión, la situación recuerda de forma preocupante al plan E de Zapatero, que supuso un imprudente acelerón al gasto público cuando la ortodoxia económica aconsejaba hundir el pedal del freno antes de estamparnos contra el muro de la crisis, como finalmente sucedió. Todavía sufrimos las consecuencias.

Hay un tercer aspecto: el autócrata no quiere contestación interna, algo que a su vez sintoniza perfectamente con su afán de revancha hacia todos aquellos que alguna vez se le opusieron. El hundimiento de Podemos y la concentración del voto de izquierdas en el PSOE, la fragmentación de la derecha y la distinta proporcionalidad que la ley d’Hont otorga a las elecciones generales por un lado y las europeas, autonómicas y municipales por otro, puede dejar un PSOE gobernante, con él a la cabeza, en el Estado, y laminado en las administraciones territoriales.

La confección de las listas socialistas al ayuntamiento de Zaragoza es un ejemplo de su forma de actuar y, seguramente, la demostración de que a Sánchez no le importa el descalabro de su partido si eso descalabra a los que fueron sus oponentes. 

No sabe el electorado (colectivamente hablando) lo que estamos a punto de entronizar si finalmente se cumplen las encuestas. Pero pronto lo sabremos, cuando no haya remedio, como nos pasó en la segunda legislatura de Zapatero. Pocas veces he deseado equivocarme tan fervientemente como ahora.