Una de las cosas que hemos aprendido tras la llegada de Podemos a las instituciones ha sido que no era el lobo tan peligroso como nos querían contar. España no se ha transformado en Venezuela ni va camino de hacerlo.

No porque sus ideas no fueran peligrosas, que lo eran y lo son, sino porque en una democracia avanzada y fuerte como la nuestra la capacidad de hacer una transformación radical del Estado por parte de un partido político es poco menos que imposible.


Publicidad


Incluso si tuviera mayoría absoluta en el Congreso, resultaría muy difícil para cualquier partido hacer una revisión de la Constitución (que viene a ser un cambio sustancial en la configuración del Estado) sin un apoyo social ampliamente mayoritario.

Sin embargo, tras haber comprobado que la izquierda radical no ha podido apenas alterar nuestro nuestra forma de vida, llega ahora la extrema derecha con ideas tan peligrosas como los primeros, y volvemos a escuchar, esta vez desde el otro lado, que llega el fin del mundo, que todo en lo que creíamos y defendíamos se va a acabar, porque llega VOX.

¿Se acuerdan de Trump, el supervillano que iba a destruir el mundo si llegaba al poder? Al poco tiempo de tomar el poder intentó vetar el acceso al país a una serie de nacionalidades, pero faltó tiempo para que un juez tirase abajo esa norma y Trump se vió obligado a modificarla para adecuarla a la Ley.

Cosas de la separación de poderes, ese fundamento de nuestros Estados que impide que llegue un iluminado y empiece a hacer cualquier tontería que se le ocurra.

Gracias a esa separación de poderes, y en general a un Estado de Derecho robusto como el nuestro, la diferencia entre lo que puede hacer un partido como Podemos y lo que puede hacer un partido como Vox es extremadamente pequeño. De hecho, nos debería alegrar su aparición, ya que viene a completar el arco ideológico que habrá en el poder.


Publicidad


Aunque tanto la extrema izquierda como la extrema derecha traigan consigo muchas ideas nefastas, mucho peor que la aparición de ambos ha sido, a mi juicio, la neorestauración que hemos vivido durante 40 años, esa alternancia en el poder de dos partidos políticos que fingían ideas completamente enfrentadas durante las campañas para luego hacer casi lo mismo cuando les tocaba gobernar.

¿Pero a qué se debe entonces ese enfrentamiento ideológico feroz con proclamas radicales y radicalmente opuestas con las que los líderes políticos de ambas formaciones nos amenizan las comidas?

«Gracias a esa separación de poderes, la diferencia entre lo que puede hacer un partido como Podemos y lo que puede hacer un partido como Vox es extremadamente pequeño»

En la práctica, no es más que marketing, el mismo marketing que te intenta vender una Coca Cola o te invita a unirte a Círculo de Lectores. Y es que nunca hay que olvidar que un político, da igual el color, es un tipo cuyo objetivo de vida es llegar al poder para pagar sus facturas, comprarse un nuevo móvil o cambiar de coche.

El poder es su negocio. Tanto es así que ninguno de los líderes de los 5 partidos mayoritarios tiene una experiencia digna en una empresa (donde el éxito se mide en resultados y no en amistades) ni por supuesto ha pagado una sola nómina. Su trabajo es llegar al poder.

¿Puede realmente haber un interés auténtico por mejorar la vida de la gente en alguien que necesita llegar al poder de forma imperiosa para poder dar de comer a sus hijos? Un político, y más un político profesional, dirá siempre lo que tenga que decir para conseguir los votos necesarios para alcanzar el poder.

Sus ideas y principios se venden al mejor postor, da igual que seas Santiago Abascal o Pablo Iglesias. Si no consiguen el poder vuelven a Vallecas o a una concejalía cualquiera, ¿realmente alguien puede creerse que tengan ideas o principios? Usan marketing para llegar al poder del mismo modo que otros usan marketing para vender zapatillas.


Publicidad


La extrema izquierda, una vez que ha llegado al poder, se ha adaptado a su nuevo estatus, se ha mudado a barrios más acordes con su nuevo poder adquisitivo y ya sólo usa las proclamas incendiarias para arrancar aplausos y votos en los mítines.

Mientras tanto que no cunda el pánico: mucha gente que sí tenía principios y sí se jugaba la vida logró levantar un modelo de Estado que evita que gente, o gentuza, llegara como salvadora de todos y destruyera las vidas de las personas. Es el Estado de Derecho el que nos protege de los políticos de cualquier color.

«La extrema izquierda, una vez que ha llegado al poder, se ha adaptado a su nuevo estatus, se ha mudado a barrios más acordes con su nuevo poder adquisitivo»

Ellos seguirán lanzando proclamas radicales para atraer cuantos más votos puedan, y luego, una vez en el poder, alegarán “sentido de estado” para no tener que decir que todo lo que prometieron no era más que márketing que sabían de antemano que nunca podrían poner en práctica.

Votar es poco más que elegir qué político queremos que nos defraude. Quien realmente garantiza nuestra libertad y progreso es una Constitución que consagra la Soberanía popular, la separación de poderes y el Estado de Derecho.

Así que no lo olviden: cuando toque, vayan a votar. Voten, no sea que ganen los otros y acaben con el mundo que conocemos. Voten, voten aunque sólo sea para que Pablo y Santiago puedan dar de comer a sus hijos.

*Luis Peribañez