Un populista se caracteriza por decir cosas que a mucha gente le gusta escuchar… ¿Por qué entonces se utiliza el término de forma peyorativa? ¿Por qué considerar malo a alguien que hace feliz a muchos con sus palabras?

Porque la definición no es completa, le falta la segunda parte: un populista dice cosas que a mucha gente le gusta escuchar… pero que son mentira. Mentiras, o falsedades, en cuanto a que son una expresión simplona e incompleta de la realidad y que, por ello, son imposibles de llevar a cabo de forma eficaz o continuada.

No piensen que me estoy refiriendo exclusivamente a los políticos de Podemos y asociados, que tienen merecidamente ganado el atributo de populistas por antonomasia.

Los del PP diciendo que son los primeros en luchar contra la corrupción, los de Ciudadanos aseverando que sus métodos y candidatos representan la regeneración, los del PSOE proclamándose creadores únicos y garantes del estado del bienestar, o los nacionalistas predicando que la democracia es votar y que la independencia lo cura todo son también estampas bochornosas de flagrantes falsedades populistas.

¿Por qué entonces todos los políticos abusan del populismo? Porque les funciona. Porque hay mucha gente dispuesta (quizás necesitada o indefensa) a creerse sus mentiras sin rechistar; que se traga lo que le dicen sin el más mínimo análisis crítico, que no coteja hechos y dichos, que no contrasta, que prefiere la fe a la razón, que prefiere aparentes verdades a evidentes dudas, que prefiere que le cuenten a leer, asentir a pensar, un esbozo a una esencia.

«¿Por qué entonces todos los políticos abusan del populismo? Porque les funciona»

El populismo es la política fast-food: grasienta, edulcorada y rebosante de colesterol del malo. Un eslogan vacío, una falacia ingeniosa; y detrás, la nada.

El repelente refrán machista que dice que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer tiene su versión política (su reversión, que diría un bartender) en que delante de un populista que triunfa (que tima) hay un montón de «poputontos» que fracasan (que son timados).

«El populismo es la política fast-food: grasienta, edulcorada y rebosante de colesterol del malo»

Si el timo de la estampita es un clásico que lleva decenios funcionando es porque sigue habiendo truhanes y, sobre todo, pardillos. Por motivos equivalentes el timo del populismo apunta a seguir siendo el clásico de los clásicos por mucho más tiempo.

Durará mientras se den los dos ingredientes que precisa: políticos tan sobrados de mediocridad como faltos de vergüenza, y ciudadanos «poputontos». De lo primero les aseguro que vamos y seguiremos yendo sobrados. De lo segundo, la buena noticia es que las existencias dependen de nosotros; la mala, que la deseable crisis de inventario ni está ni se la espera.