Hartazgo, tristeza, cansancio, miedo, abandono, incredulidad, incertidumbre. Podría utilizar muchas palabras para definir lo que he visto en el hospital al volver de un fin de semana de descanso (trabajo el resto de fines de semana de este mes), pero estas reflejan bien los sentimientos de muchos de los sanitarios que trabajamos todavía cara a cara contra el COVID-19.


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Cada día que pasa es una constante pregunta: ¿Cuál será la novedad hoy? No basta con ver como una parte considerable de la población se salta el confinamiento con nula responsabilidad social con los demás, pensando que el enemigo ya está abatido porque las cifras bajan, pero lo que no saben es que todavía no tenemos ni idea de cómo tratarlo.

Seguimos reinventándonos todos los días para encontrar la mejor forma de luchar contra el, no saben que hemos visto morir a muchos pacientes día tras día, solos y aislados, que ni siquiera sus familias han podido velarles en paz, no saben lo que es llegar a casa un viernes y pegarte el fin de semana investigando, leyendo, agrupando datos, intentando ayudar, colaborar, no desconectar la cabeza ni un minuto para conseguir que la solución llegue pronto y que podamos volver todos a la normalidad cuanto antes.

No saben mucho de empatía y generosidad, por lo visto, pero puedo presumir y con orgullo que los sanitarios y que esa parte de la población que sigue cumpliendo las normas de otras cosas no sé, pero de esas dos en concreto vamos sobrados.

«No basta con ver como una parte considerable de la población se salta el confinamiento con nula responsabilidad social con los demás»

No basta con que la gente salga a aplaudir a las ventanas apoyándonos y reconociendo nuestra labor pero cuando ya dejan de ver las orejas al lobo se te plante un tío en urgencias a decirte que la policía le ha parado y que le hagamos un informe para justificar su columpiada de saltarse el confinamiento pero que a él en verdad no le pasa nada.

Tampoco basta con aguantar una y otra vez mascarillas que no protegen, mascarillas falsas, mascarillas que se retiran, EPIs que no valen, que hemos llevado durante meses sin alternativa. No basta tampoco con que hasta después de dos meses a los sanitarios (los políticos deben llevar ya 14 cada uno por lo menos) no se nos empiece a hacer test, pero ojo, no un test súper validado y específico, que va. Un test “rápido” con una sensibilidad del 60%.

Es decir, de 100 enfermos reales, el test detecta 60, los otros 40 pues ahí que siguen trabajando pensando que son negativos pero oh wait! no lo eres. Sorpresa. No basta con que no tengamos algún tipo de protocolo específico para que nos testaran de forma reglada, validada, y sistemática a todos los que seguimos viendo enfermos COVID-19 (si amigos, aún quedan unos cuantos).


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Porque claro, te hacen un test rápido de validez cuestionable y alegría, ya te tienes que dar por satisfecho, pero yo sigo estando en contacto con el virus y por lógica me tendrían que testar cada x tiempo. Una utopía esto último, claramente.

Más exigiendo pruebas fiables, para las que ni siquiera tenemos reactivos para todos. No basta con que la consejera de sanidad de mi región diga que nos creamos EPIs para estimularnos, porque si hija, bastante tiempo libre tengo como para llegar a casa y decir, voy a buscar mi motivación de hoy!

Ya que parece que no hay nadie que piense que somos los más expuestos y nos proporcionen los medios adecuados, entre todos y gracias a cada uno de ellos y de la gente solidaria que nos ha ayudado, hemos conseguido ir un poquito más seguros.

No desde luego gracias a la gestión tan fantástica de los que nos gobiernan, que además, nos exigen comer solos en las guardias, no estar más de 3 personas en un despacho, limpiar superficies que toquemos y usemos, mascarillas 24 horas, pero no nos exigen llevar una protección de calidad; nos dan batas relavables a las que vas haciendo agujeros según los lavados que lleven y ya si eso en el lavado 6 la dejas de usar pensando que en el lavado 5 por ciencia infusa te va a proteger.

No digo que gestionar esto sea fácil y no sé tampoco quién y como lo hubiera hecho mejor, pero de verdad, ¿estamos tan al final de la cola para que no piensen en que necesitamos estar protegidos para poder seguir luchando contra esto?

No consigo entender qué cosas tan básicas sigan siendo tan precarias. Los sanitarios estamos bastante poco acostumbrados a trabajar con la incertidumbre y eso nos crea malestar, tensión , nervios, querer encontrar soluciones rápidas y creedme si os digo que estamos ya muy por encima de nuestras posibilidades.

«Todos tenemos ganas de volver a la normalidad, pero de lo que yo ni ninguno de mis compañeros tenemos ganas es de que haya un nuevo repunte porque no podemos más»

Exhaustos, cansados. Sin saber si nos podremos ir de vacaciones y tomarnos una merecida desconexión de este desastre que ha supuesto la pandemia. Pero nada. Nada de esto basta. La gente se sigue pasando por el forro la responsabilidad social (que ya somos mayorcitos para que nos tengan que explicar punto por punto porque hay que tomar medidas de desescalamiento paulatino, mantener distancias sociales, y ser prudentes, que debería salir de nosotros mismos).


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Y además, los políticos se piensan que somos máquinas que podemos seguir así 24/7, que la vocación nos estimula y motiva, pero nuestra Salud física y mental también es un factor a tener en cuenta en la ecuación.

Que todos tenemos ganas de volver a la normalidad, pero de lo que yo ni ninguno de mis compañeros tenemos ganas es de que haya un nuevo repunte porque no podemos más. Por favor, no es tan difícil ser responsable y ponerse en el lugar del prójimo.

Pero bueno, una pierde la fe cuando ve que 26.000 muertos en dos meses no es motivo suficiente y no basta para que la gente entienda la magnitud de a lo que nos estamos enfrentando. Ojalá desescalemos y no volvamos a escalar de nuevo. Por el bien de todos.

*Anxela Crestelo es sanitaria del Hospital Royo Villanova de Zaragoza