Cada cierto tiempo, las redes sociales arden cuando en libros de texto o en medios de comunicación catalanes, o incluso estatales, se habla de la Confederación Catalanoaragonesa, de los reyes catalanes, o de tantas tergiversaciones que se ha hecho de nuestra historia desde Cataluña, pero también desde Madrid. Al margen de ese enfado momentáneo que provoca miles de comentarios en redes, poco o nada se ha hecho por mantener la historia y nuestro patrimonio. Porque pelear por nuestra historia no solo es enfadarse cuando algún pseudo historiador se apropia de las barras de los reyes de Aragón, o cuando hablan de la Corona catalonoaragonesa.

En Aragón, y en particular, en Zaragoza, parece que nos hemos propuesto desde hace muchas décadas borrar nuestro pasado y nuestras señas de identidad, eliminando todo aquello que nos hacía diferentes y que podía hacernos sentir orgullosos. Lo hemos sufrido en Zaragoza, con un urbanismo poco cuidado, y con tantos y tantos edificios destruidos (si no tenemos una ciudad monumental y llena de símbolos, es complicado valorar y sentirse orgulloso del pasado), desde la Universidad de la Magdalena, a los elegantes edificios del Paseo de Sagasta, sin olvidarnos de las decenas de palacios que salpicaban el casco histórico de Zaragoza mostrando el poderío de la capital del Reino, convirtiendo a esta ciudad en la Florencia española. Todos ellos fueron cayendo por la piqueta y la especulación, construyendo una ciudad más gris y sin la personalidad que tuvo durante siglos.

Tampoco podemos olvidarnos de los edificios que causaron ruina en Los Sitios de Zaragoza, pero que podían haber sido reconstruidos con un poco de voluntad, como es el caso del Monasterio de Santa Engracia. Pero como aragoneses, aún más grave es que se dejara hundir el Palacio de la Diputación del Reino, auténtico testigo de nuestro pasado como reino, o la casa de los Diputados del Reino de Aragón, un palacio renacentista del siglo XVI que fue destruido en los años 30 del siglo XX y en el que se alojaban los diputados de la Diputación General del Reino que eran de fuera de Zaragoza.

¿MEJOR GOBIERNO DE ARAGÓN QUE DIPUTACIÓN GENERAL DE ARAGÓN?

Esa dejadez, y ese empeño por renunciar a nuestra historia, se ve no solo en la destrucción del patrimonio. Se observa también en temas como el nombre de nuestro Gobierno. Mientras en otros territorios se inventan la historia para legitimarse como país, en Aragón, en lugar de utilizar un nombre histórico como el de Diputación General de Aragón, nos hemos homogeneizado con cualquier comunidad de nueva creación llamando el Ejecutivo del Pignatelli simplemente Gobierno de Aragón.

Zaragoza

El Ayuntamiento de Zaragoza utiliza un escudo muy simplificado / HA

Algo similar sucede en el Ayuntamiento de Zaragoza. Mientras ciudades que nos llevan la delantera en bastantes cosas como el de Madrid o el de Valencia siguen utilizando su emblema de siempre (modernizado, pero manteniendo la esencia), aquí desde hace muchos años se utiliza un logotipo moderno, con el león (menos mal que mantienen este símbolo), enmarcado en una reinterpretación del escudo en rojo, eliminando la corona, los laureles y los títulos que tiene la inmortal ciudad. Una bonita forma de cargarse la historia de una ciudad milenaria, como si se hubiera querido borrar cualquier rastro del pasado para ser más modernos (e insustanciales) que nadie.

ADIÓS A LA BANDERA ARAGONESA DE LOS TAXIS O A LAS PLACAS DE CERÁMICAS DE LAS CALLES

Zaragoza

Zaragoza cambió en el 2007 las placas de cerámica de Muel por placas metálicas en color azul / HA

También desde el Ayuntamiento de Zaragoza, en este caso en la época liderada por Juan Alberto Belloch, se contribuyó a ir eliminado de forma sutil nuestros símbolos. Por ejemplo, se optó por eliminar de las puertas de los taxis las barras de la bandera aragonesa, al igual que también se decidió colocar en las calles insulsas placas de color azul con los nombres de las vías de la capital aragonesa, en lugar de seguir con la tradición de colocar las placas con cerámica de Muel que tanta personalidad daban a nuestras calles.

Podíamos seguir así, enumerando intentos por eliminar nuestra historia o hablando del escaso interés por mantener la esencia de nuestro pasado en las calles de nuestras ciudades. Como ejemplo, la escasez de esculturas y monumentos a nuestros reyes (hay más esculturas de reyes de Aragón en Madrid que en Zaragoza) o a los fueros aragoneses (no se nos olvide, somos aragoneses por nuestros fueros y nuestras leyes, y por la voluntad de un viejo reino por existir políticamente). Somos una tierra desagradecida con el pasado, que saca pecho de forma momentánea cuando atacan nuestra historia desde fuera, pero que no ha hecho prácticamente nada por mantener ese orgullo por ser aragonés, ni mucho menos tener una conciencia de lo que hemos sido en el pasado, y lo que deberíamos ser en este momento fruto de tantos siglos de historia. Porque que no se nos olvide, una tierra que no conoce y que no está orgullosa de su pasado, es imposible que tenga futuro.