Desde hace tiempo se suceden en España protestas y concentraciones contra el Impuesto de Sucesiones, y el 23 de abril somos los zaragozanos los que estamos convocados ante el Ayuntamiento a las 12 del mediodía para expresar nuestro rechazo. Pero si todos asumimos que hay que pagar impuestos, ¿por qué, entonces, tanto rechazo social?, ¿y por qué ahora?.

Existen razones de peso que solemos escuchar en los medios de comunicación: que si es un impuesto a la muerte, que si ya se ha pagado varias veces por lo mismo, o que discrimina a unos españoles frente a otros.

Sin embargo no me preocupan tales razones: ¿no quisimos un Estado autonómico?, ¡pues ahí lo tenemos!. Prefiero centrarme en dos razones que creo fundamentales por las que se debería eliminar.

En primer lugar, lo que se pide a un impuesto es que tenga un efecto redistributivo y sea eficiente. Y éste, ni una cosa ni la otra. Por un lado, es un impuesto fácilmente eludible por las grandes fortunas, ya sea trasladando el domicilio fiscal a lugares exentos de tributación, o bien mediante empresas familiares. Por otro lado, su impacto en el presupuesto es relativo (123M€ en Aragón, apenas un 2% de su gasto) por lo que las desventajas (externalidades negativas en la inversión y ahorro) son mayores que las ventajas (mínima recaudación).

Y en segundo lugar es un impuesto que no atiende a lo que debería atender: a la capacidad de pago del contribuyente. Este tributo confunde “variación de patrimonio” con “capacidad de pago”, y no tiene en cuenta que la mayoría de las herencias se componen de inmuebles, acciones (que pueden estar a la baja), fondos de inversión u otros bienes líquidos que, valorados por quien es juez y parte (la Administración), ponen al contribuyente en el dilema de heredar o renunciar.

Y cuando los posibles herederos renuncian a la herencia ésta es para la Administración. El heredero paga con toda su herencia. El tipo del impuesto sube entonces al 100%. ¡Esto sí que es un chollo!…para Hacienda, claro.

El tipo del impuesto sube entonces al 100%. ¡Esto sí que es un chollo!…para Hacienda, claro

Así, no es de extrañar que desde principios de la crisis las renuncias se hayan triplicado. En 2015 en España 37.647 herencias se quedaron en manos del Estado, lo que supone casi una de cada diez. En Aragón hubo casi 993 renuncias en 2015. Tampoco es de extrañar que en los últimos años se hayan incrementado las renuncias de herederos colaterales (hermanos) en favor de los hijos, la división de las herencias entre muchos herederos (para bajar el tipo impositivo), las transmisiones intervivos intrafamiliares e incluso un nuevo negocio consistente en la compra de herencias. Todo ello para evitar ese tipo del 100% que implica renunciar.

En resumen, querido contribuyente, no aspiremos a la equiparación entre las Comunidades Autónomas, como pretenden algunos, sino a la eliminación; que conociendo el percal nos igualarán al que más paga y nos quedaremos con este impuesto perverso, inútil e injusto.