En estos días en que toda España está de luto por la gran tragedia que esta pandemia de coronavirus ha provocado, hay que agradecer ante todo la magnífica labor de miles de profesionales de la medicina que han dado todo lo que tenían, y lo que no, también, para cuidarnos, para salvarnos, para frenar a este maldito bicho.


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Sangre sudor y lágrimas. Días interminables. Aplomo y resiliencia. Gracias, sanitarios, gracias de corazón. Ese esfuerzo, ese altruismo, esa pasión por el bienestar del prójimo, son cualidades que todos deberíamos admirar y poner en práctica.

Y es precisamente esto lo que me apena. Me entristece sobremanera ver, día tras día, la insolidaridad de muchos ciudadanos, que escudados detrás de seudónimos en redes sociales, o lo que es peor, amparados en ideologías, se dedican a criticar, a acusar, a señalar con el dedo a los demás, a fomentar el odio.

Gente gritando por los balcones a viandantes, por el mero hecho de encontrarse en la calle, pero sin saber el motivo por el cual están ahí. Otros tantos criticando a los padres, juzgando a todos ellos por la conducta de unos pocos, generalizando hasta el extremo.

Miradas inquisitorias desde ventanas anónimas, malos gestos en farmacias y supermercados, ambiente enrarecido. Multitudes exaltadas, erigiéndose jueces de la moralidad absoluta, vociferando desde su trono, respaldados por políticos que en vez de llamar a la hermandad del pueblo español, lo azuzan con palabras sibilinas, pronunciadas en prime time.

Y es que, parece mentira, pero aquellos que hicieron de la Libertad de Expresión su bandera, se olvidaron de un pronombre posesivo en sus discursos; Aquí no hay libertad de expresión señores, aquí hay libertad de SU expresión.

Cualquier critica a la gestión del Gobierno automáticamente es calificada de ataque político, es irrelevante por quién sea pronunciada. Un discurso tramposo hasta el extremo, con el que sí no comulgas, estás abocado a ser señalado como ser insensible a la desgracia ajena.

«Cualquier critica a la gestión del Gobierno automáticamente es calificada de ataque político, es irrelevante por quién sea pronunciada»

Más de uno debería volverse a leer aquellas falacias argumentativas que estudiábamos en la universidad, y que tan olvidadas están hoy en día. No hay más discurso que su discurso, ni más verdad que su verdad.

Comparecencias vacías, destinadas no a contestar las preguntas, si no a repetir el discurso oficial una y otra vez, en un bucle eterno. 

Datos falseados, mediciones dudosas, indicadores cambiantes según el día o la hora, medios controlados a golpe de talonario, información sesgada a conveniencia del pagador, autocritica nula, balones fuera, estigmatización de la oposición, como consigna de cabecera, o estás conmigo o estás contra mí.


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Por qué aquí ya no caben escalas de grises, eso es un lujo propio de la democracia. Señores del Gobierno, yo digo ¡no!

Estoy en contra de su gestión, y esto no significa que no me importe mi pueblo. Lloro por España cada noche, por cada uno de mis hermanos, sean del ‘color’ que sean. Lloro por la impotencia de ver como se destruye mi País, de cómo los Derechos que tanto costó ganar a nuestros mayores no son hoy más que un papel mojado. Lloro por la injusticia, por la coerción, por el miedo. Por los que ya no están, pero no nos olvidemos, también por los que se quedan.

Desde mi humilde posición, hago un llamado a quien quiera leerme, ¡Despierten! ¡Tengan pensamiento crítico! Demuestren que España no se rinde, ni ante el COVID, ni ante la demagogia.