Los peores pronósticos se han terminado cumpliendo. Rusia ha desplegado una operación militar a gran escala sobre Ucrania y de esta manera ha invadido partes importantes del país. La escalada de tensiones en la frontera rusa y bielorrusa con Ucrania, que se venía produciendo desde hacía meses, con masivas concentraciones de tropas desplegadas a lo largo de toda la frontera, ha derivado en lo que todos los analistas coincidían en que era la opción más improbable: una invasión a gran escala. Nadie esperaba que Putin y su camarilla del Kremlin fueran capaces de llevar a cabo la más cruenta e injustificada de las decisiones quebrantar (una vez más) la soberanía territorial un país vecino. Una serie de acontecimientos han precipitado una guerra que, aparentemente, ya estaba decidida, por varios motivos:

Vladimir Putin y el imperialismo ruso no creen en la existencia de Ucrania como ente soberano, de hecho, en repetidas ocasiones han negado su derecho a existir, llegando incluso a justificar su desaparición por ser una simple creación. Putin incluso ha afirmado que a Ucrania hay que desnazificarla y desarmarla, el objetivo es acabar con Ucrania como país independiente, anularlo política y económicamente y colocarlo en una situación de marginalidad. A la escalada de tensiones en la frontera con Ucrania le siguió una pseudo negociación de Rusia con Occidente (OTAN y potencias europeas como Francia y Alemania) en las que Putin y Sergei Lavrov (Ministro de Exteriores) pusieron sobre la mesa una sucesión de exigencias inaceptables y de difícil puesta en marcha, dirigidas en especial a la OTAN.

Entre estas exigencias estaba la surrealista reclamación de Moscú de que la OTAN negara la entrada en el futuro a Ucrania y Georgia, a quienes la Alianza les prometió en 2008 una posible integración futura si se daban las condiciones. Lo inaceptable de las exigencias las convirtieron en un ultimátum que han llevado a Moscú a poner en marcha una hoja de ruta militar, extinguiendo así la vía diplomática e iniciando una invasión a gran escala que hacía tiempo tenía orquestada.

GÉNESIS DE LA SITUACIÓN ACTUAL

Los dirigentes rusos en Moscú siempre han tenido una mentalidad supremacista hacia los ucranianos, viéndolos y tratándolos como ciudadanos de segunda, tanto bajo el Imperio Ruso como bajo la Unión Soviética. Siempre se ha considerado a los ucranianos como un “hermano menor” y un pueblo inferior, por lo tanto, conforme Ucrania ha ido avanzando y apostando por la democracia en los últimos años, eso ha despertado muchas preocupaciones en Moscú que veía como podían perder la influencia sobre el país si estos eran capaces de elegir su propio destino. Esto ha llevado en varias ocasiones a mostrar un desprecio abiertamente hacia todo lo ucraniano, considerándolo de inferior y defendiendo la idea de que deberían ser parte de Rusia, como así ha ocurrido con Crimea (ilegalmente ocupada desde 2014). Junto al avance de la democracia, Ucrania lleva años aproximándose a la Unión Europea y a la OTAN por miedo a la amenaza existencial que supone Rusia. Estas dos voluntades de integración han sido siempre vistas con gran preocupación y rechazo en Moscú, que ha intentado tanto de manera abierta como encubierta el desestabilizar a Ucrania, poniéndole así palos en las ruedas a su democratización y europeización. 

Estas injerencias rusas se han traducido en varios momentos clave en los últimos diez años y que han desembocado en la invasión a gran escala de esta semana:

1. La crisis política en Ucrania en 2013 cuando el presidente Yanukovich (Partido de las Regiones) puso en suspenso la firma de un acuerdo de asociación con la Unión Europea que habría acercado a Ucrania a Europa, algo que no gustaba en Moscú. Yanukovich la suspendió a causa de las presiones de Rusia que a cambio le ofreció un mejor trato en el suministro de gas con precios especiales. Esta arbitraria decisión desató la ira del pueblo ucraniano, mayoritariamente europeísta y tras una dura represión Yanukovich huyó a Rusia. Mientras tanto, en Crimea, en la ciudad de Simferópol, militares rusos sin identificaciones se infiltraron para forzar su anexión a Rusia. 

2.La ocupación de Crimea fue seguida en 2014 de un referéndum ilegal no reconocido por la comunidad internacional que certificó la anexión de la península a la Federación Rusa. Acto seguido, en 2014 en las regiones separatistas de Donetsk y Luhansk se constituyeron las llamadas “repúblicas populares” , abriéndose así una guerra abierta entre los rebeldes pro-rusos (apoyados militarmente por Moscú) y el ejército regular ucraniano en la que desde 2014 era la última guerra de Europa, hasta esta semana.  

Soldados no identificados pero con uniforme ruso en la ocupación de Crimea en 2014 / Reuters

3. Este conflicto estancado buscó una salida pactada a través de los Acuerdos de Minsk, a través de los cuales se pactó entre Ucrania, Rusia y representantes separatistas de Donetsk y Lugansk poner fin a la guerra e iniciar un alto el fuego que duró tan solo una semana. 

4. Desde entonces se han producido constantes violaciones del alto el fuego, escaladas de tensiones y ya en 2021 una inusual y progresiva concentración de fuerzas militares rusas (apoyadas por Bielorrusia) en las fronteras de Ucrania con ambos países y en la región ocupada de Crimea. Todos informes de inteligencia que se iban conociendo apuntaban a algún tipo de intervención militar rusa sobre Ucrania para principios de 2022. Un dato curioso que se daba constantemente es que habría que estar muy atentos a los días posteriores a la finalización de los Juegos Olímpicos de Invierno en China, ya que las últimas dos guerras desatadas por Rusia (Georgia 2008 y Ucrania 2014) se produjeron al finalizar unos Juegos Olímpicos. Una vez más ha vuelto a ocurrir, los Juegos Olímpicos de Invierno terminaron el domingo 20 y poco después se han sucedido los hechos que han precipitado todo.

UCRANIA NUEVAMENTE INVADIDA

Tras la solicitud de la Rada (Parlamento Ruso) de reconocer la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Luhansk, seguido de la aprobación por parte de Putin, estos entes para estatales solicitaron a Moscú apoyo militar ante lo que denominaban una agresión por parte de Ucrania. Las rupturas del alto el fuego desde entonces han sido constantes en el Donbass. Vladimir Putin anunció el envío de tropas de “mantenimiento de la paz” a la vez que calificaba al gobierno de Kiev de nazi y genocida, incluso señalando que se estaban construyendo campos de exterminio para rusos. Este tipo de declaraciones totalmente fabricadas han sido una herramienta habitual de la propaganda y la desinformación rusa a través de canales como RT (antigua Russia Today) y Sputnik. 

Mapa de las repúblicas separatistas del este de Ucrania que han sido reconocidas por Moscú / BBC 

Al despliegue formal de tropas sobre el terreno y a la movilización de todas las tropas en la frontera, le precedieron numerosos ciberataques procedentes de Rusia contra instituciones públicas ucranianas. Este ambiente pre-bélico estalló completamente en la madrugada del jueves 24 de febrero, una fecha señalada en el calendario ruso ya que en ese mismo día en 1917 comenzó la Revolución de Febrero contra el último Zar, Nicolás II. Los primeros compases de la invasión a gran escala fueron un ataque masivo con misiles contra objetivos estratégicos a lo largo y ancho de Ucrania, especialmente aeropuertos y depósitos de armas del ejército ucraniano. A partir de ese momento, columnas blindadas y mecanizadas penetraban por el norte desde Bielorrusia camino de Kiev, por toda la frontera ruso-ucraniana, en el Donbass apoyados por los rebeldes separatistas y con fuerza desde Crimea en el sur. 

REFLEXIONES GEOPOLÍTICAS Y SITUACIÓN ACTUAL

Con la caída de la Unión Soviética y el posterior ascenso de Vladimir Putin al poder en 1999, de manera constante, Rusia ha buscado recuperar el peso y la relevancia geopolítica perdida con el desmoronamiento del régimen comunista. Esta relevancia perdida que implica que Moscú ya no es la capital de una superpotencia económica (un PIB como el de España o Italia para un país con una población de 150 millones de habitantes) busca ser compensada con una cierta relevancia militar, algo de lo que sí puede presumir Rusia que desde la caída de la URSS ha modernizado sus fuerzas armadas significativamente, a la vez que sigue siendo una potencia nuclear. Así, sabiendo que ya no puede competir a nivel económico con Occidente, al menos quiere mantener y recuperar parte del orgullo imperial perdido con la desintegración soviética. Hay que entender porque Rusia ha actuado así, no sólo ahora en Ucrania (también lo hizo en 2014) sino en Georgia con Osetia del Sur en 2008, percibe su entorno geográfico inmediato como un área de influencia donde hacer y deshacer, donde marcar el ritmo a los gobiernos autocráticos locales (como ha pasado con Kazajistán en 2021) y rechaza cualquier atisbo de democracia y de autonomía en su entorno. 

El espacio de seguridad que reclama Rusia va más allá de la actual Ucrania y comprende las repúblicas centroasiáticas, el Cáucaso e incluso el Báltico / GEOPOL 21

Moscú y Vladimir Putin saben que basan su poder en el miedo y por tanto niegan cualquier avance en su entorno y al mínimo intento democratizador, reaccionan violentamente como hemos visto con los casos anteriores. Ucrania ha sido la última víctima de esta actitud opresora e imperialista que rechaza la soberanía de los pueblos democráticos e independientes. Moscú temía que Kiev se siguiera acercando a Europa, una Europa y un Occidente con el que se siente infinitamente más identificado que con la altiva Rusia que siempre les ha tratado como un pueblo inferior y al que han oprimido. Vladimir Putin hace tiempo que no cree en el orden mundial post-Guerra Fría y busca una reestructuración de la balanza de poder global, renegociando entre otras cosas el papel de Rusia en Europa y en el mundo con un nuevo marco de seguridad. Esto que son palabras muy técnicas y soñadoras, lo que en realidad significa es que Rusia quiere que se le reconozca un área de influencia en su entorno geográfico, obviando e ignorando si la población de esos países lo quiere o no, y que por tanto se le permita influir y dirigir los gobiernos de estos países “satélite” al más puro estilo Guerra Fría y Unión Soviética. 

Habrá que estar muy atentos a cómo evoluciona esta situación y si se queda tan sólo en Ucrania, un país cuyo post-conflicto no será fácil de gestionar. Países como Finlandia y Suecia han sido amenazados por Rusia con graves consecuencias si deciden integrarse en la OTAN. La respuesta de Occidente a estas amenazas y agresiones no debe ser tibia sino firme y consistente, pues no está en juego sólo la seguridad de Europa sino global. China está muy atenta a cómo evolucionen las sanciones y respuestas de Occidente, porque para Pekín es algo que podría extrapolarse si en algún momento decide emprender una acción bélica contra la vecina e indefensa Taiwán, un país al que no reconoce su soberanía al considerarlo parte de China. Es en este otro punto entre China y Taiwán donde puede desatarse un conflicto de graves consecuencias globales.

La cuestión sobre cómo evolucionará este asunto en los próximos días y hasta dónde llegará la agresión, es todavía una incógnita. Pero una cosa es clara, la agresión rusa contra Ucrania en febrero de 2022 ocupa ya un oscuro lugar en la historia de Europa. Putin será recordado como un personaje infame y sobre cuyos hombros recae el costo en vidas que ya está teniendo esta guerra.

*Luis Valer del Portillo es editor principal de GEOPOL 21. Especializado en seguridad y defensa de Europa y su vecindad