Araceli tiene 96 años. Sus ojos han visto los horrores de la guerra, las penurias, el hambre y las epidemias de la postguerra en su Graná natal. Araceli es un libro de historia. Nada hacía pensar que le esperaba ser la gran protagonista de este fatídico 2020 y que su nombre seguirá sonando durante muchos años entre nosotros y en los libros de Epidemiología.


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Araceli es la primera paciente española en recibir la vacuna contra el SARS-COV2. Todas las Comunidades autónomas ya han elegido quien será su primer paciente, su particular Araceli. En Aragón Araceli será Emilia, en Castilla y León será Áureo y en Madrid será Nicanor.

En los próximos tres meses algo más de dos millones de personas recibirán la primera vacuna que ha llegado a Europa frente a esta epidemia. Una cifra que puede parecer pequeña (realmente lo es) y que volverá a servir de excusa para enconados desencuentros políticos y recordatorio de pasados agravios comparativos.

Muchas incógnitas se abren a partir de ahora, casi tantas como las que hemos tenido a lo largo de estos meses. Pero hay algo que se ha repetido como un mantra hasta el día de hoy y que no por mucho repetirlo se convierte en verdad.


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Hoy no es el comienzo del fin del COVID. De la misma manera que en abril no se venció al virus, hoy tampoco se le ha vencido. Quizá nunca lo hagamos y tengamos que aprender a convivir con él como con tantos otros patógenos.

«Hoy no es el comienzo del fin del COVID. De la misma manera que en abril no se venció al virus, hoy tampoco se le ha vencido»

Valga como ejemplo la Rubeola, provocada por otro virus que también se transmite por vía aérea. En 1964 contagió a 12 millones de estadounidenses. Hasta cinco años después, en 1969 no se desarrolló una vacuna eficaz. Diez años después se sustituyó por otra más eficaz y hubo que esperar casi medio siglo, en 2004, hasta considerarla erradicada en Estados Unidos.

No sabemos con certeza si la vacuna administrada a Araceli evitará su contagio o el de las personas a su alrededor. Desde hoy, el sistema inmune de Araceli reconoce una proteína (la ya famosa proteína S) que el virus necesita para formar su membrana y la destruirá.

Si Araceli se contagia, que ojalá no ocurra, el virus no podrá replicarse, pero seguirá estando dentro de Araceli y por tanto seguirá teniendo la capacidad potencial de transmitirse. En teoría al tener menor cantidad de virus en su organismo la infectividad será menor y que el propio sistema inmune debería ser capaz de destruir por sí mismo a lo que quede del virus no formado en poco tiempo. Pero eso es algo que aún no se ha podido comprobar.


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Lo que sí sabemos en que, en los próximos 6 meses, convivirán personas vacunadas con no vacunadas, y posiblemente en unos meses convivirán personas vacunadas con vacunas diferentes, por lo que seguirá habiendo contagios, casos, ingresos y fallecidos. Es de esperar es que los vacunados que se contagien no tengan síntomas o si los tienen serán mucho menos graves.

Nos esperan unos meses de trabajo arduo, de estudios, de transformar la eficacia en efectividad, de pasar del laboratorio a las personas, de estudiar sus posibles efectos. Mientras tanto, debemos seguir con las mismas medidas que hasta ahora, porque esto no es el comienzo del fin.

«Lo que sí sabemos en que, en los próximos 6 meses, convivirán personas vacunadas con no vacunadas. Por lo que seguirá habiendo contagios, casos, ingresos y fallecidos»

Es el fin del comienzo. No podemos pensar que ya está la vacuna y ya nos podemos relajar porque no es cierto. Ojalá no tengan que pasar cuarenta años como con la rubeola, pero eso es algo que no podemos saber ni podemos acelerar.


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Hoy Araceli ha recibido la vacuna. Los ojos de medio país la observan con expectación y ella se ha convertido sin quererlo en la gran esperanza de este país. No la decepcionemos y sigamos adelante protegiéndonos y con todas las medidas que ya conocemos. El camino es largo, pero desde hoy ya es un poco menos empinado.