El país y Aragón se encuentran ya inmersos en una nueva crisis sanitaria y económica. Una segunda ola que va a llevarse por delante lo poco que fue quedando de la primera en un sector, el de la hostelería que aglutina casi el 15% del PIB.

En mitad del recorte de libertades, toque de queda incluido, el horizonte que se atisba para el sector hostelero y turístico es un invierno empresarial. Y con ello una cascada de negocios cerrados y aumento de la listas del paro que ya se está produciendo.


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Ante este panorama y la mirada incrédula y atónita de muchos, hay rincones de nuestra comunidad que todavía levantan la persiana. Leídas las prohibiciones gubernamentales, sólo se fijan en las posibilidades. Inasequibles al desaliento a pesar de que éste lo haya invadido todo, una especie de densa niebla otoñal.

Sin ayudas directas, con los mismos impuestos y gastos,  “sin dejarles trabajar” y en el punto de mira de todas las administraciones públicas a pesar de que “sólo el 3% de los contagios –¡datos oficiales!- se produce en los bares y restaurantes”, señalan en HORECA. Nadie entiende el encarnizamiento. Ni los clientes.

Uno de los clásicos de Zaragoza, la Bocadillería Mostaza (Dato 8), continúa al pie del cañón dando bocadillos y hamburguesas para llevar (976225158) o a través de la app Uber Eats. “Hemos abierto todos y cada uno de los días del anterior Estado de Alarma y en este pensamos hacer lo mismo. Se te vienen a la cabeza nuestras familias y clientes que solo nos demuestran cariño, quizás porque somos una parte más de sus vidas que asocian a familia y amigos”, nos cuentan desde el Mostaza, un lugar mítico que este 2021 cumple treinta años de vida.

Mostaza seguirá abierto durante las restricciones marcadas por el Gobierno de Aragón con el envío de comida a domicilio y recoger en local

Ginger (Joaquín Costa 16), Garbo (Plaza de los Sitios 18) y Gonzo (Plaza de los Sítios 9) seguirán dando también comida para llevar (672722332) e intentando explotar todas las vías posibles para no desaparecer, pero la caída del consumo y las restricciones hacen que la situación sea crítica. No debemos olvidar que estamos adaptando un local pensado para consumir in situ. Es como utilizar un Ferrari para correr el Dakar”, nos cuenta Félix Martín.

En el barrio de Casablanca se encuentra otro clásico de la ciudad de Zaragoza: el Jauja (Calle Embarcadero 2). Desde diciembre de 1972 con las puertas abiertas y dando una cocina tradicional a base de menús, tapas y bocadillos con sabor de casa. Los hermanos Serrano, Óscar y Raquel, cogieron el testigo de sus padres: “Nosotros ofrecemos un servicio a gente que por circunstancias (dependencia, malos horarios de trabajo, familia…) tienen que comer fuera de casa o que necesita que se lo preparen”.

SECTOR DE HOSTELERIA: UNA VOCACIÓN DE SERVICIO

Muchos de ellos (Mostaza, Ginger…) acudieron a la llamada de socorro de los hospitales en marzo y abril dando cenas gratuitas para los médicos que combatían en primera línea de batalla contra el Covid. La iniciativa se llamó Gastroaplausos y dio la vuelta a todos los rincones del país. Ahora, la administración, se lo paga cerrándoles.

En esta difícil coyuntura, restaurantes como el antiguo Palacio de Torreluna (Calle de Miguel Servet, 193) tienen el activo de su enorme terraza, a pesar del “incomprensible” recorte al 50% estando al aire libre. Pedro Bellido es uno de los socios y el responsable: “abrimos por necesidad, no por previsión de trabajo. Pero en esta situación de abandono total por parte de la clase política, toda la facturación que se haga es vital para el sustento de nuestras familias. Nosotros no podemos teletrabajar y seguir recibiendo puntualmente nuestra nómina. Aquí estamos sufriendo para poder llevar pan a nuestras casas”.


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Si en algo hay comunión es en el suspenso y el enorme enfado, generalizado en todo el sector, hacia los políticos que están gobernando este escenario de crisis: “no es aceptable que no se trabaje con una previsión. No puede ser que se vayan aprobando restricciones y nos enteremos por la prensa”.

Como en los cómics de Uderzo todavía resisten irreductibles galos que ante los peores augurios deciden levantarse antes que rendirse. Por el bien de todos, Aragón y España esperan que aguanten.