Quien ha escuchado alguna vez el sonido ronco de los bombos y tambores del Bajo Aragón, no lo olvida jamás. Ese sonido, que resuena en el interior de los bajoaragoneses, es una parte intrínseca de su personalidad, y por extensión, de la iconografía de nuestra Comunidad. No en vano, el sonido de tambores y bombos se ha extendido por todo Aragón, resonando con fuerza en las comarcas del Pirineo, o siendo instrumentos esenciales en la Semana Santa de Zaragoza.

El cineasta calandino Luis Buñuel expresó acertadamente ese sonido que nos hace vibrar, como «ese fenómeno asombroso, arrollador, cósmico, que roza el inconsciente colectivo, hacen temblar el suelo bajo nuestros pies». Un sonido que se vuelve mágico, cuando de la quietud y el silencio se pasa al estruendo más absoluto tras la Rompida de la Hora, uno de los momentos culmen de los pueblos que conforman la Ruta del Tambor y el Bombo que ensimisma a cuantos lo presencia, ante los golpes sordos de estos instrumentos que nos estremecen, devolviéndonos a nuestro yo más ancestral.

EL ORIGEN DE LA RUTA DEL TAMBOR Y EL BOMBO

Los calandinos recorren las calles vestidos con túnica y tercerol morado / Ruta del Tambor y el Bombo.

El uso del tambor y el bombo en las celebraciones de la Semana Santa del Bajo Aragón tiene un origen ancestral. Probablemente, fue en la Edad Media cuando las Órdenes Militares, tan influyentes en estas zonas del Reino de Aragón, trajeron estos instrumentos de persuasión.

En el siglo XIII hay ya testimonios que atestiguan que se utilizaba el tambor en Calanda. En esta misma localidad, el primer calvario fue bendecido en 1595. Ya en 1640, cuando por intercesión de la Virgen del Pilar le fue restablecida una pierna amputada a Miguel Pellicer, el pueblo volvió a salir en procesión repicando tambores. Y esta vez, el vicario -calandino- sí que impulsó la manifestación, adquiriendo cada vez más auge hasta convertirse en costumbre. Pero el uso del tambor en el pueblo es muy interior. Según un libro de José Repollés Aguilar, el uso del tambor como instrumento se remonta al año 1127, cuando era usado por pastores para avisar de los ataques árabes.

En Híjar, en el primer tercio del siglo XVI, el IV Duque de Híjar encargó a la orden de los franciscanos que organizara la Semana Santa: en esa época, los habitantes de la villa salían a la calle con sayal negro tocando objetos que hicieran ruido, una práctica que los franciscanos eliminaron, dejando únicamente el sonido de los tambores; un instrumento que se tocaba con túnica negra y una capucha. La tradición de romper la hora en esta localidad hay que buscarla en el siglo XVI, celebrándose en el Cabezo de la Cruz.

En La Puebla de Híjar también hay documentos que atestiguan que en el siglo XVI ya se celebraba la Semana Santa, mientras que hace al menos tres siglos que está confirmado el uso de tambores y bombos.

En Alcañiz, única localidad de la ruta en la que no se toca el bombo, ni hay rompida de la hora, se atestigua el uso del tambor desde el siglo XVII. En el Viernes Santo de 1678, en pleno Barroco, la ciudad hizo sonar tambores para rememorar el terremoto que se produjo cuando Cristo murió en la cruz.

Con estos antecedentes comunes y con el uso de terceroles, o de tambores y bombos, era cuestión de tiempo que alguien decidiera impulsar la Semana Santa de esta comarca histórica. Así, en los años 70 del siglo XX el hijarano Mariano Laborda Gracia, al observar como varios municipios del Bajo Aragón Histórico tenían similitudes en la forma de celebrar y sentir la Semana Santa, comenzó a trabajar para crear la asociación que da nombre a esta ruta que ha atrapado a gentes venidas de todo el mundo.

Concretamente, en 1970 se celebró en Alcañiz la primera Junta Coordinadora, germen de lo que más tarde sería la Ruta del Tambor y el Bombo. En esa primera reunión participaron, además de la ciudad anfitriona, Híjar y Calanda, con la presencia del Delegado Provincial de Información y Turismo, y los asistentes se estableció el deseo de “aunar cuantos esfuerzos venían realizando las cuatro localidades mencionadas para divulgar y dar realce a sus tradicionales manifestaciones religiosas de la Pasión y organizar la ruta de los tambores, confeccionando un horario que permitiera a los visitantes compatibilizar los actos de mayor solemnidad de estas poblaciones…”

Laborda Gracia también fue el creador del Concurso de Tambores y Bombos, o de las tradicionales jornadas de convivencia. También en esa época se construyeron los primeros monumentos con baldosas de cerámica. En el año 86 en Urrea de Gaén se aprobó al ampliación de la Ruta, la aprobación de unos nuevos estatutos, y la asociación pasó a llamarse «Ruta del Tambor y el Bombo del Bajo Aragón».

RECONOCIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES

Alcañiz es el único municipio de la ruta en el que no hay Rompida de la Hora / Ruta del Tambor y el Bombo

Con el tiempo, y con la ayuda de figuras como Luis Buñuel, la Ruta del Tambor y el Bombo se ha convertido en una de las grandes señas de identidad de nuestra Comunidad, gracias al sonido de miles de bombos y tambores tocando al unísono por hombres y mujeres con túnicas y terceroles azules, moradas y negras. De hecho, en 2020, en plena pandemia, la Ruta cumplió 50 años desde su nacimiento.

A nivel local, la primera Semana Santa de la ruta en ser declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional fue la de Híjar en 1980. Y esa concesión se debió no solo a su antigüedad (ya hay documentos del siglo XVI que atestiguan que el Duque de Híjar encargó a los franciscanos su organización), sino también a que se ha mantenido con una pureza extraordinaria y sin influencias de otros lugares.

En 2005 la ruta fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, en 2014, fue calificada como de Interés Turístico Internacional. Y en 2018, la Unesco declaró las «tamborradas, repiques rituales de tambores» Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En medio, la Ruta ha estado presente en momentos únicos, como la Exposición Universal de Sevilla o la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, además de estar presente en el Festival Internacional de Cine de Venecia tras la muerte de Luis Buñuel, en el homenaje a la figura del cineasta calandino en la trigésima edición de los Premios Goya, o en la capilla ardiente del recientemente fallecido Carlos Saura, en Madrid.