Es conveniente aclarar que no existe un único camino para salir de deudas. Para ello es muy importante saber exactamente el nivel de endeudamiento, que tipo de préstamos se tienen, cuales son las condiciones y a partir de ahí, tomar las decisiones oportunas que permitan dejar la dependencia del crédito y aumentar el patrimonio.

Hablar de solvencia es hablar de la capacidad que la persona tiene para cumplir con las obligaciones con base a las que cosas que se tienen, es decir lo que se pretende es saber si el valor total de los activos (cosas que uno tiene) es suficiente para cubrir las deudas.


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Siempre que el volumen de activos sea mayor que el total de las deudas se dirá que se tiene solvencia o que se es solvente.

Por contrario, si el valor de los activos es inferior al total de las deudas acumuladas, se dice que se es insolvente o que no se tienen solvencia.

Para evaluar el nivel de solvencia basta con sumar el valor que uno cree que en el mercado pagarían por los bienes ya sean bienes inmuebles, electrodomésticos, muebles, enseres, etc., y compararlo con el saldo total de los prestamos.

Si la situación financiera muestra que, con los bienes que uno tiene junto con los ingresos jamás se lograría poder dar por finalizada la deuda contraída, la persona puede acogerse a la ley de insolvencia.

Esta ley permite a cualquier persona acudir ante un juez para llamar a todos acreedores es decir a todas aquellas personas o entidades a las que se les deba dinero, e intentar buscar una solución al pago de las deudas.

Una vez presentada la propuesta de pago, los acreedores pueden o no aceptar la oferta. En el caso de que los acreedores no acepten la oferta, o se ve imposible llegar a un acuerdo, el juez declarará insolvente al deudor y las deudas serán perdonadas para que pueda ser capaz de volver a empezar de nuevo, financieramente hablando.

El poder salir de deudas y vivir sin préstamos es un proceso que, dependiendo de lo complejo que sea el endeudamiento se tardará más o menos tiempo en salir.

Un problema que se ha ido creando durante unos años no es posible que pueda resolverse en cuestión de semanas o días.

Es muy posible que la mayoría de las personas crean que el contraer una deuda sea para toda la vida, pero esto no siempre es así. En situaciones muy concretas, puede darse el caso de que por algún motivo la deuda se extinga y ya tenga que abonarse.


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Los cuatro casos más reseñables que pueden provocar extinción de la deuda son:

Por prescripción de la deuda: pasado un determinado tiempo la deuda queda cancelada a pesar de que el deudor no haya abonado la cuantía total.

Si se debe dinero a Hacienda, el contribuyente puede compensar la cuantía que debe con las cantidades que podría recibir en concepto de devolución del IRPF.

Condonación. Quizá sea una de las maneras menos frecuentes en cuanto a la extinción de deudas, pero puede darse si el acreedor perdona la deuda.

El deudor se declara insolvente, lo que daría lugar a la extinción de la deuda.

Esta situación de endeudamiento por encima del recomendado puede pasar factura en la relación de una pareja.

El estrés financiero creado puede llevar a los integrantes de la pareja a conductas negativas que pueden afectar en gran medida al comportamiento como pareja. Estas conductas negativas se manifiestan desde una comunicación menos efectiva llegando a crear conflictos de pareja cada vez más frecuentes, problemas de sueño y depresión.

Para que la tensión creada pueda sobrellevarse de una mejor manera es de vital importancia una buena planificación financiera así como una comunicación mucho más fluida en lo que a finanzas se refiere.