Es un trabajo preciso, que requiere estudiar y mejorar cada día, donde no se puede pasar nada por alto. En la Unidad de Delitos Tecnológicos de la Jefatura Superior de Policía Nacional de Zaragoza, su jefe de unidad no pierde el tiempo. «Hemos incautado cientos de miles de archivos pedófilos y detectadas casi dos centenares de víctimas, muchas de las cuales estamos intentando identificar actualmente», explica.

Hace unos meses investigaron un caso delicado. Un hombre que buscaba menores con algo de sobrepeso. Un depredador que fue ‘cazado’ por la madre de una de sus supuestas víctimas. «Entró en un foro a través de un contacto casual; ella, en vez de cortar todo contacto y bloquear a su interlocutor, tuvo la templanza de mantener el contacto siguiéndole la corriente en sus peticiones en tanto que simultáneamente denunció los hechos ante nosotros», recuerda.

Esa madre, testigo directo de los hechos, mantuvo la calma, alejó a su hija del depredador y siguió con el contacto haciéndose pasar por la menor. «Una reacción frecuente es bloquear de inmediato al presunto ciberdepredador y eliminar de los dispositivos las conversaciones, imágenes o videos intercambiados. Es un error que dificulta la labor de investigación», explica este Policía Nacional.

Perosuplantar la identidad del menor para seguir el contacto con el fin de averiguar la identidad del interlocutor es otra reacción que a veces tienen los padres, un error bienintencionado pero que también hay que evitar porque puede resultar muy perjudicial por dos razones. «Una, que es fácil que el engaño sea detectado por el ciberdelincuente, ya que son verdaderos expertos en la comunicación digital con los menores, conocen perfectamente los códigos de lenguaje que emplean, sus vulnerabilidades y reacciones; algo difícil de hacer por un adulto que no esté “entrenado” para ello. En ese caso, se asustará, cortará la comunicación y borrará su rastro, dificultando el trabajo policial. La otra razón es que, llevados por ese ánimo de colaboración con la justicia, se caiga en conductas que puedan considerarse penalmente como provocadoras del delito«, relata con detalle a HOY ARAGÓN.

ASÍ CAZA UN CIBERDEPREDADOR

Hay distintos tipos de ciberdelincuentes sexuales, explica el jefe de la Unidad de Delitos Tecnológicos. «Es muy habitual el pedófilo ‘coleccionista’, que sufre un trastorno parafílico que genera una fuerte compulsión a obtener, almacenar y en algunos casos compartir material de abuso sexual explícito de menores sin ánimo de lucro», argumenta.

Es un perfil muy diferente, añaden, al del denominado ‘Child Groomer’, que busca el contacto con los menores para obtener ese tipo de material, mediante engaño y/o amenazas o coacciones si es necesario. «Su objetivo puede ser conseguir ese material para su propia satisfacción, intercambiar con otros pedófilos, monetizarlo a través de circuitos ilegales en la ‘dark web’, o llegar a contactar en persona con la víctima, para abusar sexualmente de ella. Es más frecuente el perfil del ‘coleccionista'», relata.

El tiempo que se tarda en dar con ellos dependerá por tanto de múltiples circunstancias, puede ser desde unos pocos días hasta años de trabajo. En el momento de la detención, la mayor parte de los ciberdepredadores responden igual. «Intentan justificar su conducta mediante distorsiones cognitivas y morales, en muchos casos trasladando la responsabilidad a las propias víctimas», cuenta el Jefe de la Unidad dedicada a atrapar a este perfil de delincuentes.

Estudian previamente el perfil de los usuarios de los canales en los que van a ‘cazar’, seleccionando aquellos más coincidentes con sus gustos. Construyen un perfil o avatar perfectamente estudiado y adaptado al de sus víctimas potenciales, para generar en ellas la curiosidad, el interés y la confianza necesarias para establecer un contacto inicial sin ser rechazados.

«Las primeras conversaciones suelen girar en torno a intereses supuestamente comunes e inofensivos: música, videojuegos, cómics… Cuando estiman que se han ganado la confianza del niño van introduciendo conversaciones de índole sexual, tanteando la curiosidad, vergüenza, o iniciativa de la víctima, para progresivamente inducirla a realizar actos sexuales explícitos y compartirlos entre ambos», dice este Policía Nacional.

Suelen ser los depredadores los que dan el primer paso enviando alguna fotografía que en muchos casos pertenece a otra víctima anterior. Así, generan esa confianza, y creando en el niño esa ‘obligación’ de corresponder.

Un ejemplo real, dice este policía,  lo tenemos en el reciente caso del chico que utilizaba una aplicación para jóvenes interesados en el metaverso, en la que creó un avatar muy bien estudiado de una chica bisexual de 19 años.  «Eligió una edad ligeramente superior a la de la mayoría de usuarios de la aplicación, lo suficiente para crear cierto ascendente sobre niñas algo menores, pero no tanto como para generar distancia, infundiéndoles así mayor confianza».


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También, sigue analizando el caso, aparentaba mayor experiencia en el ámbito sexual, para servirles de referente. El matiz de la bisexualidad le permitía captar la atención de todas esas niñas y adolescentes que dudaban de su orientación. «Después creó distintos ‘círculos’ o comunidades de intereses compartidos que también le servían como gancho para atraer a sus víctimas. De este modo, logró sus propósitos con más de una veintena de adolescentes entre 11 y 18 años de edad en pocos meses», añade.