Vivo estos días observando e intentando analizar el afán de algunos por omitir el verdadero nombre de lo que celebramos. Me preocupa que la gente y sobre todo los jóvenes se lleguen a creer que, en octubre, Zaragoza celebra su “fiesta grande” o unos “días especiales”.

Los jóvenes son los ojos del futuro, y a ellos les recuerdo que la razón que nos reúne cada mes de octubre por estas fechas es La Virgen del Pilar.

Estas que son sus fiestas, se colman de conciertos y atracciones que les alejan de Ella. Los constantes eufemismos escuchados estos días son un arma cargada de significados abierta a que, de no romperlos, todo termine siendo, o cuanto menos pareciendo, lo que no es. Me niego a que esto suceda y quedarme callado.

Las Fiestas de Nuestra Señora del Pilar, también son las Novenas en Su Basílica, el Rosario de La Aurora en la madrugada del día 12, el Rosario de Cristal, y otros muchos actos a los que miles de personas de Zaragoza, y venidas de otros lugares, acudimos con devoción.

Pocos dirán que se trata de una de las manifestaciones de fe más importantes del mundo

En el día de hoy, Zaragoza será portada en informativos nacionales que hablarán de los centenares de miles de personas que van a pasar a ofrecer sus flores ante la Virgen ataviados con sus trajes regionales.

Nuestra Señora La Virgen del Pilar / J.A

Pocos dirán que se trata de una de las manifestaciones de fe más importantes del mundo o hablarán siquiera del origen de la ofrenda de flores que fue traída de Valencia allá por los años cincuenta del siglo pasado de la mano de un Alcalde. Si, he escrito bien, un Alcalde, Don Luis Gómez Laguna. Cómo han cambiado las cosas.

 

El sueño de algunos de ver desde su balcón una Zaragoza laica -y lo más anticlerical posible- está consiguiendo que de sus intenciones surjan voces que dicen bien alto, aquello que hace siglos nuestros antepasados ya pronunciaron ante los franceses que querían invadir Zaragoza, “por La Virgen del Pilar, vencer o morir”.

Bajarán nuestras banderas, pero las volveremos a izar, obviarán Su nombre, y lo diremos más alto todavía. Porque nada ni nadie, apagará la llama que guía la devoción de todo un pueblo a la Santísima Virgen del Pilar.

El sueño de algunos de ver desde su balcón una Zaragoza laica está consiguiendo que surjan voces que dicen bien alto «por la Virgen del Pilar, vencer o morir».

La devoción y las creencias de los jóvenes de Zaragoza no se invaden o confunden, sino que se conquistan.

Aragón -y Zaragoza- se mantiene fiel a quien eligió esta ciudad hace siglos para ser Su hogar por siempre. Y serán los jóvenes los encargados de recordar qué celebramos y por quién lo hacemos.

Felices Fiestas en honor a Nuestra Señora La Virgen del Pilar.