Pedro Sánchez dio una lección de dignidad. El sí de España al barco con más de 600 refugiados que fue rechazado por Italia es motivo de orgullo.

Conozco ejemplos de lo que es huir de un país asolado por el terrorismo o por la hambruna. Cómo es un campo de refugiados en el África subsahariana. Y sé por qué se tiene miedo.

Sabría nombrar a varios refugiados que viven en Zaragoza después de años deambulando entre zonas de aislamiento por Líbano, Grecia o Turquía. Y ahora son nuestro vecinos. Les pongo rostro.

¿Y sabéis que veo? Seres humanos. Simplemente.


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Y a todos aquellos que lanzan mensajes como que “es un efecto llamada”, o que son “terrorista encubiertos” o porque no “los adopta Pedro Sánchez en la Moncloa”, les digo algo:

¿Creéis en la sanidad pública pero no montáis un quirófano en el cuarto de vuestra hija?

¿Apostáis por la educación universal pero no dais clases de física en vuestro salón?

No es una cuestión de buenismo. Es cumplir con la legalidad internacional.

Y sí, a mi me gusta vivir en un país con efecto llamada. Donde la gente sepa que su vida está a salvo. Que su familia puede tener un futuro.

No son inmigrantes ilegales. Son refugiados que huyen de Estados fallidos, de la muerte o de la miseria.

«¿Creéis en la sanidad pública pero no montáis un quirófano en el cuarto de vuestra hija?»

Es cierto que no es la solución. Es solo un parche.

Se debe implicar toda Europa en dar a sus países un futuro marcado por la libertad económica, los derechos civiles y la democracia. El inicio del problema está ahí. En la desigualdad.

Y desde luego, no debemos permitir que Italia se salga con la suya. La Unión Europea debe responder con contundencia a su rechazo. Su reacción puede tener consecuencias graves para el futuro de la Unión.

Los migrantes llegan a España. Y su único pecado es haber nacido en un país tercermundista. En el hemisferio sur del continente negro.

Si los inmigrantes del Aquarius huyeran de la república bolivariana del horror socialista de Venezuela les abriríamos las puertas, ¿no?


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Los migrantes del Aquarius tan sólo huyen de la muerte. Tan sólo.

Miles han muerto por el camino, han palidecido en orillas de arena sangrienta, se han rendido en un desierto o se han sacrificado para que sus hijos lleguen.

«Los migrantes del Aquarius tan sólo huyen de la muerte. Tan sólo»

El Mar Mediterráneo es la mayor fosa del mundo. La frontera más sangrienta. Más de 3.000 cadáveres yacen ahí.

La próxima evolución de la humanidad será cuando encontremos vida fuera de la tierra.

De esa manera, dejaremos de ser extraños los unos a los otros. Y nos reconoceremos, al final, como seremos humanos.