Hace unos días escuché a la presidenta del Colegio de Médicos de Zaragoza calificar de complicada y alarmante la situación del Hospital de Teruel. No se equivocaba.

Hace muchos años que su preocupante situación viene siendo denunciada por sociedades médicas, colegios profesionales, la propia ciudadanía e incluso ha sido utilizada como arma arrojadiza políticamente.


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Sí, Teruel es una plaza complicada. Está lejos de Zaragoza, su clima es frío, no es raro que nieve por su altitud, el edificio está en ruinas, los pocos especialistas que van a trabajar no pueden investigar ni seguir formándose y la competencia laboral con Zaragoza es enorme. Todo eso ya lo conocemos. Los mismos problemas que tienen en Barbastro o Alcañiz pero llevados al extremo.

Casi nadie quiere ir a Teruel y muchos de los que están quieren irse cuanto antes. Pero escudarse en eso para no hacer nada es indecente. Y culpar al Ministerio más. Los gobiernos se han contentado con poner parches y prometer el nuevo Hospital como si eso fuera a arreglarlo todo, como si el ladrillo curara.

El Hospital de Teruel debe estar en la agenda política. Hay que sentarse a hablar y llegar a acuerdos.

Incentivar de verdad estas plazas, con estabilidad laboral, traslados rápidos, ayudas a la investigación, formación, posibilidad de acumular turnos para evitar desplazamientos, mayor baremación, posibilidad de dietas o ayudas al transporte… Y si hay que cambiar algún aspecto de la ley para hacer una discriminacion positiva, debe negociarse.


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El Hospital de Teruel agoniza, por dentro y por fuera. Ahora mismo apenas se sostiene. Sin otorrinos, sin reumatólogos, con pocos radiólogos, con pocos anestesistas… Su futuro no puede ser tan negro como el de su carbón. Su presente no puede ser el mismo que sus tamagotchis.