En los últimos meses no dejan de sucederse un conjunto de noticias que sacuden a la opinión pública con cierto alarmismo.

Un día se informa de múltiples robos con una violencia extrema en el centro de Zaragoza por parte de menas -o inmigrantes adultos-, otro día es un asesinato a a sangre fría en el barrio de Movera, o un apuñalamiento en la céntrica calle José María Lacarra a plena luz del día.

Cada mes -desde entonces- se conoce el hallazgo de cadáveres a la deriva en el río Ebro por circunstancias varias. Sin olvidar el asesinato de odio a manos del okupa Rodrigo Lanza al zaragozano de los tirantes de la bandera de España, Víctor Laínez.


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Casi todas estas informaciones se hacen virales en las redes sociales. Alguna de ellas han sido las más leídas e incluso comentadas en este periódico. Y la pregunta es siempre la misma: ¿Todos estos sucesos tan alarmantes son circunstanciales o empezarán a ser algo recurrente en la ciudad?

«¿Todos estos sucesos tan alarmantes son circunstanciales o empezarán a ser algo recurrente en la ciudad?»

Es evidente que el papel de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado es impecable en cada una de las acciones criminales. Tanto por su eficacia en evitarlas -las que apenas que generan noticias- como por el papel investigador posterior al suceso.

Sin embargo, algo no funciona. La criminalidad en la ciudad está repuntando generando alarmismo en los vecinos de Zaragoza.


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La última detención de 14 inmigrantes, seis de ellos menas, por el uso de la violencia extrema para perpetrar robos de madrugada, e incluso con el uso de la peligrosa maniobra del ‘mata león’ genera incertidumbre.

Y alguien debería dar respuestas para tranquilizar, o para actuar con contundencia.