Zaragoza no es una ciudad que destaque precisamente por respetar el patrimonio. Desde hace muchas décadas, la ciudad ha sido inmisericorde con su arquitectura, con sus tiendas, cafés y cines, o con su mobiliario urbano.


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De hecho, Zaragoza ha hecho desaparecer joyas que la hacían muy especial, joyas que en cualquier ciudad europea se hubieran conservado, pero que aquí han desaparecido sin remedio, cargándose parte de nuestra historia y del patrimonio cultural y arquitectónico.

CAFÉ AMBOS MUNDOS

Café Ambos Mundos / ARCHIVO MUNICIPAL DE ZARAGOZA

El Café Ambos Mundos era uno de los grandes iconos de la Zaragoza de finales del XIX y principios del XX. Abría sus puertas en el Paseo de la Independencia 32-34 (en los locales que ahora ocupan Massimo Dutti), y era una de los cafeterías más grandes de toda Europa. Se inauguró el 4 de octubre de 1881, con una espectacular decoración modernista firmada por el arquitecto Félix Navarro, creador también de obras como el Mercado Central, y cerró sus puertas de forma definitiva en 1955.

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PISTA DE HIELO

Los zaragozanos acudían en masa a patinar al Ibón
/ GERARDO SANCHO RAMO, ARCHIVO MUNICIPAL ZARAGOZA

En el amplio local que ocupan hoy en la calle Cinco de Marzo los supermercados DIA (anteriormente, estuvo allí el principal centro comercial de Galerías Primero), abría sus puertas la pista de hielo El Ibón. Una pista de patinaje sobre hielo permanente inaugurada en 1973 que fue toda una revolución en la ciudad, aunque la alegría no fue demasiada, ya que al poco tiempo unos grandes almacenes sustituyeron a este equipamiento deportivo que permitía patinar en pleno centro de Zaragoza por las tardes y en sesión nocturna.

TEATRO PIGNATELLI

Teatro Pignatelli

El Gran Teatro Pignatelli fue inaugurado en 1878 / ARCHIVO MUCINICIPAL DE ZARAGOZA

El Gran Teatro Pignatelli era un fantástico edificio construido por el Eiffel aragonés, el arquitecto Félix Navarro. Estaba situado al final del Paseo de la Independencia, cerca de la plaza de Aragón. Fue inaugurado en 1878, y aunque fue una construcción efímera, sobrevivió a la piqueta 36 años, cerrando tras las fiestas del Pilar de 1914.

GRANDES ALMACENES EL AGUILA

Zaragoza desaparecida

Los Almacenes El Águila, en la calle Alfonso I / ZARAGOZA ARQUITECTURA SIGLO XX

En la ahora decaída calle Alfonso, antiguamente corazón comercial de la ciudad, abrían sus puertas los grandes almacenes El Águila.  El arquitecto Miguel Ángel Navarro Pérez levantó este edificio en 1916, en el que destacaba especialmente una espectacular águila de bronce con alas abiertas sobre la bola del mundo coronando la fachada, y el patio central en torno al que se articulaban las plantas destinadas a la venta al público.

CAFÉ DEL SUIZO

Zaragoza desaparecida

El Café del Suizo abrió sus puertas en 1847 / COLECCIÓN PARTICULAR

Además del Café Ambos Mundos, Zaragoza estaba repleta de grandes cafés al más puro estilo europeo. Uno de ellos era el Café del Suizo. Inaugurado a mediados del siglo XIX en el paseo de la Independencia, ocupó varios locales a lo largo de su historia, hasta que se instaló definitivamente en 1858 en el número 2 del Paseo de la Independencia, esquina con la entonces Plaza de la Constitución, actual Plaza de España. Y allí se mantuvo hasta que en 1916 cerrara sus puertas, desapareciendo sus salones llenos de mesas de mármol, grandes espejos, divanes de terciopelo rojo.


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CINEMA ALHAMBRA

El cine Alhambra destacaba por su repujada decoración nazarí / ZARAGOZA ARQUITECTURA SIGLO XX

Zaragoza, a finales del siglo XIX y principios del XX era una ciudad en plena ebullición que tenía propuestas tan sorprendentes como el Cinema Alhambra. Un cine inaugurado en 1911 que estaba situado en el número 26 del Paseo de la Independencia, y que fue diseñado por Miguel Ángel Navarro Pérez, permaneciendo en activo hasta 1965.

Además de contar con todos avances de la época, este cine destacaba por su gran capacidad (850 espectadores, una cifra muy superior al resto de salas de la época), y por su decoración en estilo narazí que sorprendía a cuantos entraban. También tenía salas de espera tanto cubiertas como en un jardín, además de un ambigú al que se podía acceder de forma libre sin necesidad de ver una película.

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