Pocos saben lo que se detalla en este artículo. En las últimas décadas, e incluso siglos, la devoción por la Virgen del Pilar ha dado la vuelta al mundo. De las pinturas de Francisco de Goya en su Basílica de la ciudad de Zaragoza a ser la patrona de la Hispanidad, y por tanto reconocida por toda Latinoamérica. Sin embargo, su veneración empezó un día de 1434 cuando en la ciudad de Zaragoza se contagió de un sentimiento pilarista que aún dura a día de hoy.

Entonces, ¿quién era la virgen más santificada, venerada y aclamada en la ciudad aragonesa? La respuesta es Santa Engracia, una mártir portuguesa cuyo martirio fue en Caesaraugusta -actual Zaragoza- en su camino a la Galia Narbonense en época romana. La santa murió víctima de la persecución decretada por el emperador Diocleciano en el año 303. Cuando Engracia llegó a Caesaragusta desde su ciudad natal Bracara Augusta -actual Braga, Portugal– fue puesta en marcha la persecución contra los cristianos decretada por el emperador. En ese momento, según la tradición y las escrituras de por aquel entonces, la santa intercedió por los cristianos y los defendió ante los tribunales romanos.

El gobernador de Zaragoza, Daciano, ejecutó a tres sacerdotes en público. Fue en ese momento cuando Engracia le discutió la acción y rezó por sus vidas ante la mirada atónita del emperador que, a su vez, quedó enamorado de la belleza de esta portuguesa y la requirió para la intimidad. Engracia se negó reiteradamente y apeló a su fe cristiana. Daciano se enervó por la actitud de esta cristiana portuguesa y ejecutó sin piedad a todo el séquito que le acompañaba de Portugal de camino a la Galia romana.

Después de estas ejecuciones, Daciano decretó el martirio en público de Santa Engracia: se empezó por la flagelación, después fue arrastrada por caballos por toda la ciudad y terminó en la cárcel hasta ser torturada hasta la muerte. Al día siguiente, Daciano ordenó colocar a la santa en una cruz de aspa, arañándole con uñas de hierro, arrancándole el hígado, amputándole el pecho izquierdo y dejando su corazón al descubierto. Al final de su martirio, le clavaron un clavo en la frente y la muerte fue instantánea. 

SANTA ENGRACIA Y LA DEVOCIÓN EN ZARAGOZA

La Zaragoza de entonces tenía una gran devoción por Santa Engracia y la leyenda de su martirio. La Virgen del Pilar o Santa María del Pilar no era ni de lejos una devoción mayoritaria. En el lugar donde se enterró a Santa Engracia se levantó un templo cristiano: el Monasterio de las Santas Masas. Es en el siglo VIII cuando, según cuentan los historiadores aragoneses Jerónimo Zurita y Jerónimo Blancas, el templo cristiano era el centro cultural de la ciudad.

El monasterio tuvo un gran protagonismo en los últimos años de la Edad Media cuando, en el siglo XV, el arzobispo zaragozano Dalmau de Mur impulsó una importante remodelación. Pero no fue hasta 1468 cuando el rey aragonés Fernando II de Aragón, conocido como Fernando El Católico, culminó una obra de remodelación del Monasterio para lograr una obra de arte de la arquitectura plateresca. En comparación de nuestros días, la inmensidad y belleza del templo cristiano en la ciudad de Zaragoza se asemejaría con el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa. En la actual basílica de Santa Engracia aparecen esculpidos los Reyes Católicos, una decisión nada común que incluso era tildado de arrogante.

¿Y CUANDO SE DISPARÓ LA VENERACIÓN?

La tradición cristiana aclara que el 2 de enero del año 40 d.C. la Virgen María se apareció en vida a Santiago apostol en Caesaraugusta, siendo la única vez en la historia de la tradición cristiana que la Virgen María se aparece en vida. En su encuentro con Santiago, la tradición afirma que la Virgen María apareció junto a una columna de Jaspe, o popularmente conocida como ‘el Pilar’. Fue justamente ahí, a orillas del río Ebro, donde se levantó una pequeña capilla en su honor y mientras el gobierno de Roma imponía un severo castigo a aquel que profesara la religión cristiana.

Fue en la época tardo-romana cuando se construyó una capilla a la Virgen a orillas del Ebro que sobrevivió a la dominación musulmana pero, cuando Alfonso el Batallador reconquistó Zaragoza en 1118 a los musulmanes, la llegada de la religión cristiana proyectó un templo románico en el lugar donde estaba aquella capilla debía estar en un estado deplorable. En ese momento se decidió levantar una construcción más imponente como iglesia de Santa María la Mayor, como así se llamaba a la Virgen del Pilar. En el siglo XIII, y como suele ser habitual a orillas del río Ebro, una gran riada dañó severamente el templo por lo que se decidió una restauración del templo.

Pero no fue hasta 1434 cuando la devoción y veneración a la Virgen del Pilar se multiplicó en Zaragoza. La esposa de Juan II el Grande de Aragón, Doña Blanca de Navarra, visitó el templo para agradecer una curación, según ella milagrosa, a los pies de la Virgen que la sostenía un pilar. Por ello, se decidió imponer su culto y cómo se estaba haciendo en la Europa cristiana en plena Edad Media. Ya en el siglo XVII se decidió por orden real declarar patrona de la ciudad de Zaragoza a la Virgen del Pilar y ratificando su protagonismo en vez de Santa Engracia, que seguía teniendo una gran popularidad.