En abril de 2018, dos voluntarios de la asociación Pelusas ubicada en Cuarte de Huerva (Zaragoza), acudían a una llamada sobre un perro abandonado, lo que allí encontraron Rubén y Ángel es de las imágenes que nunca se borran de la mente.

Era un dóberman, un perro que todos imaginamos grande y poderoso, hecho un ovillo en el suelo, cubierto de parásitos, dejándose morir. Su mirada, perdida y ausente, su postura enroscado sobre sí mismo y la inexistencia de reacciones, indicaban su único deseo, descansar para siempre.


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Pero no había llegado su momento. Recogiéndolo con una manta, ya que no se quería mover, pudieron llevarlo hasta el veterinario. Allí durante varios días, con una habitación completa para él solo, pudo descansar y recobrar fuerzas. Se dejaba hacer todas las pruebas, sólo quería que nadie volviera a lastimarlo.

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Kuari, tenía una malformación en una de sus patas delanteras, no se sabía si congénita o por alguna lesión recién nacido, lo importante era evaluar ver si era necesaria su amputación, si esa extremidad le generaba dolores. Por suerte, no fue necesario, su cuerpo se había transformado para suplir la ausencia de ese apoyo y hacerlo un perro único.


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Día a día fue confiando en quien tenía alrededor, las continuas visitas de los voluntarios de Pelusas y los cuidados del personal del Centro Veterinario Aralar de Cuarte de Huerva lo estaban trayendo de vuelta.

Necesitaba un paso previo antes de poder ir al refugio y lo encontró en su primera casa de acogida, era una casa temporal, pero completamente necesaria. Allí su vida cambió, su mirada cambió, su actitud frente a la vida cambió, ahora quería vivir, aprender día a día y que le dieran todo el cariño que nunca había tenido.

Una vez completamente recuperado fue introducido con el resto de Pelusos en el refugio, ahora tenía una familia de voluntarios y perros sólo para él. Era el momento de aprender todo lo necesario para poder encontrar su hogar definitivo.


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Su aparente discapacidad pronto se reveló como inexistente, corría, jugaba, paseaba como el resto de sus compañeros de cuatro patas. Él podía hacer todo eso con sólo 3 patas y usar la cuarta para imprimirle a todo su ritmillo especial.

Su vida iba a dar un nuevo giro, se iba a otra casa de acogida, iba a aprender a vivir en una ciudad, a pasear en el ruido de la urbe y a convivir con una familia. Siguió aprendiendo, pero no hubo ese flechazo que hace que una acogida pase a ser el hogar definitivo de un perro de protectora.

Su discapacidad no tenía un reflejo físico, pero si en su mente, le costaba realizar el primer acercamiento a otros perros, su inseguridad le hacía acercarse de forma algo brusca y con ladridos, nunca con agresividad, pero ello supone una necesidad de dedicación para superarlo que no todo el mundo está dispuesto a ofrecer.

Cada publicación en redes sociales, incluso le visitó la televisión, supone numerosas muestras de interés. Es un perro realmente bonito, elegante e imponente, que llama la atención, esa mirada triste del primer día ya nunca volvió, ahora el brillo de sus ojos, y de su piel, atrae todas las miradas.

Pero cuando esas miradas se centran en su pata, esa que él ni siquiera sabe que no es normal, el interés termina, las miradas se desvían y las preguntas sobre la posibilidad de adopción dejan de llegar.

Kurai ha visto como todos sus compañeros de juegos y paseos han ido pasando, nuevos amigos llegaban y encontraban casa mientras él, sin entender que hace mal, seguía esperando su oportunidad.

Es un perro excepcional, sólo necesita alguien capaz de hacerle superar sus inseguridades, capaz de hacerlo sentir especial, con la paciencia necesaria para trabajar aquello en lo que tiene que mejorar, ¿pero no nos pasa a todos lo mismo?

A cambio, Kurai, ofrece cariño incondicional, la compañía de un perro que ha sabido superar todo lo malo de su vida para recuperar las ganas de disfrutar todo lo que la vida le ofrece, belleza y elegancia a partes iguales y lealtad hasta su último día.

En estos momentos se encuentra en una casa de acogida, pero no es un lugar definitivo. Él nos acepta como somos, con nuestros defectos y virtudes, ¿Y nosotros a él?

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