En los vídeos que nos envía el zaragozano Javier Lainez por Whatsapp se pueden ver a cientos de personas, ancianos, mujeres y niños en su mayoría, tumbados en el frío suelo o sobre esterillas, en una nave improvisada como refugio. Una gran hilera de mantas cedidas por los voluntarios, bajo las que refugiados de guerra intentan conciliar el sueño después de una larga travesía huyendo de las bombas y dejando sus casas. «Cuando les decimos que les llevamos a donde nos digan, dudan y no lo ven claro. Creen que esto durará unos días más y prefieren estar relativamente cerca de sus casas para volver cuanto antes», explica Javier desde Polonia a HOY ARAGÓN

Tras un largo viaje y algún percance, como la avería de la furgoneta en la que viajaban, Javier Lainez y Ángel Luis Tomé llegaban al puerto fronterizo de Krakrovest y se encontraban con desolación y mucha tristeza. «No os imagináis lo que hay aquí. Me avergüenzo de ser humano», escribe Javier, que apenas ha conciliado el sueño y que, confiesa, ha derramado muchas lágrimas desde que comenzó este viaje, hace ya cuatro días. 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de HOY ARAGÓN (@hoyaragon)

Explican estos zaragozanos que no se podían quedar mirando la televisión y que la realidad ha superado todas sus expectativas. «Llevan su vida en una bolsa… Aquí hay cientos de personas y no llega a una decena de baños para todos. Están perdidos, deambulan sin rumbo con sus hijos, sus padres…«, relatan.

Polonia es el país que más refugiados recibe. Más de la mitad de estos refugiados, 1,2 millones, han llegado a Polonia, mientras que el resto ha huido hacia otros países del entorno. Según cifras de la ONU, Eslovaquia ha recibido a 140.000 personas, Hungría a 191.000 y Rumanía y Moldavia a 82.000 cada uno. Y las autoridades europeas calculan que van a seguir llegando; el mayor éxodo por una guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

«ENTRAN AL COCHE TEMBLANDO»

Javier y Ángel ya están de nuevo en ruta, esta vez de vuelta a España. Llevan en la furgoneta a dos ancianas que quieren llegar a Madrid con unos familiares, y a dos mujeres y una adolescente de 17 años que también quieren dejarlo todo atrás y a las que van a traer a Zaragoza porque no tienen a nadie fuera de su país. «No saben dónde ir. Nos las traen voluntarios de ONG’S que hemos conocido aquí y entran temblando en el coche», dice Javier.

El único equipaje que llevan, cuentan estos zaragozanos, es una bolsa. «¡Imagínate! Toda tu vida en una bolsa. Entran en un coche de unos desconocidos, con otra gente, compatriotas, que no conocen de nada». Javier sigue con su relato personal y, junto con Ángel, nos cuenta que ya ha emprendido a esta hora el camino de vuelta. 

Cerca de 40 horas, tras haber descansado lo que han podido, y viendo algo que jamás creían que iban a presenciar. A pesar de todo, del cansancio, de las imágenes que se les han quedado grabadas para siempre y del dolor que han sentido al ver, según relatan, tan poca humanidad acaban la entrevista con rotundidad: «Ha sido una odisea y lo que nos queda. Pero yo lo tengo claro. Esto me ha cambiado la vida y voy a volver, lo tengo claro, voy a volver a seguir ayudando en lo que pueda».