“¡Métete en casa que como entre algún rayo, ya verás!”. Felipe Monteagudo, sargento de la Guardia Civil en el puesto de Daroca sabía que su mujer le iba a regañar, pero aún con todo salió al balcón a ver los rayos que caían durante una fuerte tormenta. “Al final le hice caso y cerré el balcón, pero me fui a seguir mirando desde la ventana de la cocina”, recuerda.


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En ese momento vio algo que le dejó atónito. Uno de los rayos impactaba en una vivienda cercana, a tan solo 150 metros del cuartel y, casi al instante, comenzaban a salir llamas. “Me quedé paralizado; casi me caigo de culo”, cuenta el sargento Monteagudo.

Desde el primer momento supo de quién era la casa afectada y le llamó por teléfono. “Mi familia y yo llevamos aquí más de quince años y en mi agenda tengo más de 500 números de teléfono de vecinos. Cuando ocurre algo en el pueblo rara es la vez que tengo que salir de la oficina para ver qué ha pasado.”, explica Felipe, que siempre ha gustado de guardar muy buena relación con los parroquianos allí donde le ha tocado trabajar.

“El chico no estaba en casa, pero sus padres, ya mayores, vivían en la de al lado y otras tres personas también estaban en otra casa colindante”, recuerda este guardia civil.

CAMISETA Y CHANCLAS

Nada más colgar se lo contó a su mujer, que le pidió que tuviera cuidado, y salió de casa sin estar de servicio pensando en ayudar hasta tal punto que se dio cuenta que iba en camiseta y chancletas. “No lo pensé y salí pitando consciente que el tiempo en estos casos es vital y puede significar que una persona viva o muera”, explica.

Desde la calle veía llamas de medio metro en la tercera planta, pero no tenía idea de lo que se iba a encontrar. Llamó al matrimonio mayor y los sacó de casa, así como a otras tres personas que estaban demasiado cerca de un humo que ya empezaba a ser denso. “Mientras unos vecinos llamaban al 061, me puse la camiseta en la nariz y llegué al tercer piso donde estaban las llamas buscando a gente”, relata.

Allí tuvo tiempo de cerrar el gas de la caldera para que no se produjese una explosión y todas las ventanas y puertas para no alimentar el incendio con el aire. “Cuando salí, acordonamos la zona para que nadie pasara y al llegar los bomberos les indiqué donde tenían que ir”, dice Monteagudo.


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En quince minutos sofocaron el incendio y los evacuados pudieron volver a sus domicilios. Felipe en ese momento no era sargento de la guardia civil oficialmente, al encontrarse fuera de servicio, circunstancia que nunca le ha impedido seguir ayudando a los demás. “La labor fuera del servicio de un guardia civil es muy importante y en la mayoría de los casos se desconoce”, advierte.

Sus superiores quieren que elabore un informe para proponerle a algún tipo de mención interna. “La verdad es que yo no le doy importancia y no pienso demasiado en los reconocimientos, pero es una orden y tengo que hacerlo”, aclara con humildad.