La sociedad está cambiando a una velocidad vertiginosa y el estilo de vida que eligen las personas mayores también. Cada vez vivimos más, con mejor salud, y son más habituales las familias unipersonales. Por ello, las residencias de ancianos están asumiendo progresivamente un nuevo modelo, que pivota en el bienestar del cliente y que procede de los países del norte de Europa. No obstante, en España este modelo ya estaba presente en los años 80 del siglo pasado, gracias a las residencias pioneras de Ballesol.

Para hablar de este modelo, así como de qué ha supuesto la pandemia en un sector especialmente afectado y su relación con la Administración, ha visitado la sede de HOY ARAGÓN la directora de la residencia Ballesol Puerta del Carmen, Sonia Martínez.

Los orígenes de Ballesol tienen un componente aragonés. La primera residencia fue fundada en Majadahonda (Madrid) por el matrimonio formado por la valenciana Lola Soler y el turolense Santiago Vivas hace más de 40 años. Su modelo diferenciado ha permitido que en la actualidad sume más de 50 residencias y hayan iniciado su expansión internacional con una de ellas en México.

Actualmente disponen de más de 7.500 plazas en conjunto, con más de 4.000 trabajadores, y forman parte del potente Grupo Santa Lucía. Por otra parte, fue la primera residencia en España en lograr el ISO 9001 de calidad.

En Zaragoza, Ballesol cuenta con tres residencias, que conjuntamente suponen en torno a 400 plazas y unos 200 trabajadores, a lo que hay que sumar el personal externo de cocinas, mantenimiento, etc. Al frente de la residencia de Puerta del Carmen está Sonia, responsable del bienestar de los residentes junto a un equipo multidisciplinar formado por médico, enfermeras, psicóloga, terapeuta ocupacional, fisioterapeuta, etc.

Afortunadamente, la situación de la residencia ha vuelto a la normalidad, después de vivir el que tal vez ha sido su peor periodo: la pandemia. «Los que hemos trabajado en residencias durante el COVID ahora somos otras personas», asegura la directora de Ballesol Puerta del Carmen, que confiesa que sin duda ese periodo fue «el peor momento de mi vida».

Sonia habla de «miedo, soledad e impotencia» y reconoce que en el sector se sintieron «abandonados» por la Administración y «castigados» por algunos medios de comunicación. Respecto a la relación con los poderes públicos en el peor momento de la crisis sanitaria, señala que en la Administración «estaban tan perdidos como nosotros», si bien hubo territorios donde las cosas funcionaron mejor que en Aragón: «Compañeras de Barcelona o Valencia recibían partidas semanales de EPIs, algó que aquí no ocurría».

La post pandemia ha supuesto también una bajada de ocupación, fundamentalmente por el miedo que se ha podido generar. «Nosotros tenemos muchas rehabilitaciones que suponen una estancia de tres o cuatro meses; y muchos de esos clientes se fueron por miedo», explica. Y, en gran medida, ese miedo fue generado de forma infundada por algunos medios de comunicación.

Afortunadamente, «en los últimos tiempos se ha dado la vuelta a la tortilla y se está poniendo en valor la labor de las residencias», indica Sonia Martínez. Con eso se queda: el valor de las personas. «Hubo gente que se descolgó desde el minuto uno, pero los que se quedaron lo hicieron al 100% y descubrimos el valor humano de la gente en situaciones tan complicadas, no sólo los trabajadores, sino también las familias que ayudaban en todo lo que podían», relata.

RESIDENTES CADA VEZ MÁS INDEPENDIENTES

Como se indicaba al inicio del artículo, los cambios en la sociedad están provocando también un cambio en el perfil de cliente de las residencias de ancianos. «Cada vez vienen más personas que están bien, totalmente autónomos, y su principal motivo es la soledad», destaca la directora de Ballesol Puerta del Carmen.

«Muchos de ellos, lo primero que piden al entrar por la puerta es la clave del wifi«, explica de forma gráfica. Son clientes «que pueden hacer su vida normalmente, pero en nuestras instalaciones tienen el plus de sentirse protegidos las 24 horas», señala.

«Llevo 24 años en el sector y en mis inicios las residencias se asociaban a personas que no tenían familiares directos o que no se podían hacer cargo de ellos; ahora vienen por voluntad propia, por no molestar a sus hijos trabajadores o por ser más independientes de sus familiares«, indica. Asimismo, «si los 40 son los nuevos 30, también pasa que los 80 son los nuevos 70; tenemos incluso varias personas centenarias».

UNA FORMA DE CUIDAR DIFERENCIADA

Ballesol se distingue por una manera de cuidar diferenciada, lo que permea más allá de los residentes e influye también en los familiares. «Nos dedicamos a la terapia y pedagogía con ellos, con actividades intergeneracionales, participación de los nietos…», explica.

También se realizan actividades fuera del centro y Sonia recuerda con especial cariño la primera salida que pudieron hacer tras el confinamiento: «Fuimos al Pilar y después a tomar el vermú», recuerda.

«Si eres transparente con la familia, se crea un vínculo de confianza», señala. Asímismo, este modelo nórdico que ahora parece estar de moda y que Ballesol aplica desde hace décadas, está enfocado al residente, y son los profesionales de la residencia los que se adaptan a él.

Asimismo, en Ballesol no se utilizan sujecciones ni en las camas ni en los sillones, ofreciendo una calidad de servicio diferenciada para que los mayores vivan sus últimos años con toda la dignidad y comodidades que se merecen.