José Luis tiene ya 63 años y demasiadas secuelas de una de las experiencias más desagradables de su vida como Policía y como ser humano. Aquel 12 de octubre, cuando celebrábamos todos las fiestas del Pilar, decidió venir a Zaragoza desde Tudela, donde trabaja como Policía Nacional desde hace más de 25 años. «Soy aragonés y era un día de fiesta; quise pasarlo cerca de los míos, de la Virgen del Pilar», recuerda.


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Aquel día, HOY ARAGÓN le entrevistó cuando todavía estaba ingresado en el hospital curándose de sus lesiones, que le habían desfigurado la cara. Le trataron de tres fracturas, dos en el pómulo y una en la nariz de las que todavía se está recuperando. Los golpes le afectaron en la mandíbula, en los ojos, por eso nos cuenta, más de 365 días después, que sigue teniendo problemas para determinados actos cotidianos. «Lo que antes no me costaba, hoy me sigue costando. El comer, la vista, tengo secuelas y varias operaciones a mis espaldas».

Lo que más recuerda José Luis Román, actual delegado del sindicato policial SUP en Navarra, es la cara de su agresor. Aquel día en el barrio de Casablanca, estando fuera de servicio, solo le pidió, según explicó en los medios de comunicación, que se apartase para poder aparcar.

Al no hacerle caso y enseñarle su placa para intentar reconducir la situación recibió la respuesta más brutal y violenta que jamás ha visto. «He tenido que detener a personas violentas, que enfrentarme a ellas y responder policialmente hablando. Pero lo que vi aquel día fue, para mi sorpresa, una reacción de odio visceral que reflejaba su rostro, con un rictus desencajado, fuera de si», asegura este Policía Nacional

Lo siguiente que sintió en aquella brutal agresión tras recibir una lluvia de patadas y puñetazos, especialmente en su rostro y también después de caer al suelo, fue el dolor de esos golpes y una herida psicológica de la que todavía se está recuperando. «Estuve días después saliendo de casa con miedo, paseando a mi perro con la sensación de poder ser atacado en cualquier momento, y con eso es muy difícil vivir», se sincera Román.

«NO PUEDO PERDONARLE»

En un momento de esta entrevista hablamos del perdón, de la necesidad vital de poder seguir hacia adelante y curar las heridas. «¿Cómo se vive después de una situación así? Es difícil porque a pesar de ser agente de policía, no estaba preparado para ello», dice Román.

En octubre de ese mismo año, otro policía era brutalmente agredido en un autobús urbano en Zaragoza tras pedir a su agresor que se colocase la mascarilla, obligatoria en el transporte público. «¿Si se ha perdido el respecto por los agentes de la ley? En términos generales no. No sería justo culpar a todos por unos pocos. Creo que sigue habiendo respeto aunque los tiempos estén cambiando. Algunos respetan más a la persona que al agente», asegura.

Nos confiesa que a través de su abogado ha recibido varios mensajes de su agresor. «Está arrepentido, se siente muy culpable y avergonzado por lo que hizo y en varias ocasiones ha dado a entender que acatará la condena que reciba en el juicio, que por cierto será en abril», admite este agente de 63 años de edad.


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Sin embargo, cuando le preguntamos si cree estas palabras de aquella persona que hace un año le agredió con odio y especial brutalidad y si estaría dispuesta a perdonar lo tiene claro. «El perdón no es algo que haya gestionado mucho ni sobre lo que haya trabajado. Creo que está arrepentido y no creo que ni siquiera recuerde lo que hizo y por qué. Sin embargo, ahora mismo no puedo perdonarlo. No me preguntes por qué, pero ni puedo ni quiero hacerlo», afirma.