No cabía un alfiler en la sala Miguel Fleta, en plena calle Mayor de La Puebla de Alfindén. «Tuve que llamar a la comarca para solicitar ayuda a protección civil porque estábamos muy cerca de la N-2 y se desbordaron las previsiones», explica a HOY ARAGÓN Ana Isabel Ceamanos, alcaldesa de la localidad. Sus padres, abuela, amigos de La Puebla de Alfindén, de Santa Isabel, del barrio de Las Fuentes, desde donde llegaron hace años a esta localidad, todos estaban allí. «Algunos amigos no articulaban palabra cuando les preguntabas qué tal estaban. Nadie parecía creérselo. Todos estabamos viviendo un mal sueño», explican algunos de los presentes.

Más de siete cuadrillas distintas subieron al escenario para homenajear a este joven de 18 años. «Simpático, gracioso, juergusista, amigo de sus amigos…» Todos dejaban un mensaje de recuerdo imborrable de un chico cuya vida se truncó en la Avenida José Atarés de Zaragoza el pasado domingo. Sucedió entre el puente de la Almozara y el Puente de Santiago, mientras iba paseando con su amiga Paula, tras una noche entre amigos, como Álvaro y cualquier joven de su edad solía hacer los fines de semana. Un hombre de 27 años, en estado ebrio, les atropellaba y se daba a la fuga. Posteriormente, y gracias a la colaboración vecinal era detenido por la Policía Local de Zaragoza y actualmente está en prisión provisional.

 «La rabia se mitigará con el tiempo, pero el dolor va a estar ahí siempre. Esos padres nunca van a poder superarlo», explica Ana Ceamanos, que vivió en su propia familia una experiencia similar. «Han pasado 40 años más o menos desde que un coche atropellara a un primo mío. A día de hoy mis tíos, ya mayores, siguen sin poder asumir aquella pérdida tan repentina», recuerda la alcaldesa de La Puebla de Alfindén.

EL SHOCK DE PAULA

Entre los presentes en esa celebración civil, con un sepelio religioso oficiado por el párroco de la localidad, estaba Paula, la joven que iba con él cuando ambos sufrieron el atropello que resultó mortal para Álvaro. Ella, en silla de ruedas, ya que terminó con una pierna rota y varias contusiones, estuvo escuchando cada discurso y cada palabra de aliento a unos padres desolados. 

Acababan de darle el alta médica en el hospital y quería estar allí, con su amigo, como tantos otros. «Llega a su casa y le dice a su madre; mamá, ¿me puedes preparar está comida que me gusta tanto? Estaba en shock emocional», explican los que la conocen bien. Por suerte salió con vida del atropello, pero en su entorno preocupa cómo pueda afectarse emocionalmente. «Parece ajena, como si no fuese con ella. Es una manera de distanciarse de tanto dolor, de una vivencia demasiado traumática que solo el tiempo curará«, relatan sus conocidos a HOY ARAGÓN. 

No iba a ser la de la sala Miguel Fleta la única despedida a Álvaro. Grupos de jóvenes, de amigos, quedaban por redes sociales en los antiguos vestuarios de la vieja piscina municipal, hoy un pequeño almacén que muchos conocen como «El Tocho«. Allí, cada uno le rindió su pequeño homenaje: «Joto», «El Rompecorazones», fotos con amigos, y por encima de todo un nombre, «Navarro», acompañado de un corazón y de una fecha (27-2-22), la de su adiós. 

Latas y botellas de cerveza, velas y una sudadera blanca en este pequeño altar improvisado e iluminado con letras de color rosa. Dicen que en unos conocidos viveros de Villamayor de Gállego se terminaron las rosas blancas, el color que invadió el adiós a Álvaro, donde tampoco faltaron otras flores de otro color, el rosa, su color favorito.