Seis días después de cometer presuntamente el crimen asestando varias puñaladas mortales a la joven zaragozana de 32 años, Cristina G.L., Lazizi volvía a la prisión de Zuera. Mientras todavía permanece el horror en el rellano del primer piso del número 8 de la calle Alegría, mientras todavía los vecinos siguen conmocionados sin creer todavía lo sucedido, el presunto asesino ya disfruta de diversas actividades dentro del centro penitenciario. 

Según fuentes consultadas por HOY ARAGÓN, salió en su primer día a darse un baño en la piscina con otros dos presos, actividad que pueden solicitar los convictos libremente. Con aparente tranquilidad, como si nada hubiese pasado, aunque huidizo y callado, también ha solicitado ser responsable de un taller, puesto en el que ya trabajaba durante su anterior estancia en prisión.

Según estas mismas fuentes, las posibilidades de que vuelva a tener ese trabajo son escasas, sobre todo después de no haber vuelto a la cárcel en enero de 2020 tras un permiso penitenciario. Permiso, por cierto, que no se lo concedió la Junta de Tratamiento Penitenciario, encargada de evaluar la aptitud del preso en prisión y sus capacidades psicológicas y valorar si debe estar en uno u otro grado en la cárcel. Lazizi disfrutó de permisos, cinco en total, porque recurrió al juez de vigilancia penitenciaria y éste se los concedió.

Esta normalidad aparente, baño incluido, de un preso que, durante su primera estancia de 19 años en prisión calificaban casi de «modélico», con un perfil de buen comportamiento, contrastaba con el dolor de familiares y amigos que enterraban a la joven Cristina, asesinada a puñaladas en el rellano de su casa con un cuchillo de 20 centímetros de hoja, curiosamente la misma dimensión que tenía el cuchillo de Lazizi con el que hace 21 años asesinaba a otra chica en Madrid.

Los investigadores ya concluyeron que el cuchillo que se utilizó para matar a Cristina provenía de la casa del presunto asesino, ya que así lo confirmó la pareja de éste con quien convivía en el domicilio del barrio zaragozano de San José.

SIN PREVENCIÓN DE SUICIDIO

Son muchos los presos que ingresan en prisión con ‘PPS’, lo que se conoce como Programa de Prevención de Suicidios. En el caso de Adil Lazizi no ha sido así. Se encuentra por el momento en el módulo de enfermería al considerar, según fuentes cercanas, que podría padecer algún tipo de problema físico o psicológico. Comparte celda con otro preso pero éste no está para vigilar sus instintos suicidas.

A su entrada en la cárcel zaragozana si que mostraba visibles heridas todavía sin cicatrizar del todo en manos y tripa. No obstante, la Policía Nacional determinó que la víctima tenía heridas defensivas y eso haría indicar que luchó para sobrevivir, luchó a pesar del ataque sorpresivo que sufrió y en el que no le dio tiempo ni de quitarse la mochila que llevaba tras volver de ver a unos amigos.

Si Lazizi está en la cárcel es porque el juez no le creyó cuando dijo en presencia de su abogada que se había defendido de una «acosadora». Hace 21 años confesó presentándose en calzoncillos y con sangre de su víctima en una Comisaría de Policía en Madrid. Ahora no lo ha hecho; incluso ha esgrimido su propia versión de los hechos, desmontada por la investigación policial. 

Se baraja que el móvil haya podido ser sexual, como pasó en Madrid, cuando dijo que la había matado por «celos», y porque no quiso acostarse con él. Dos décadas después, ha vuelto a suceder. El Adil Lazizi, ahora presunto, hasta que llegue el día del juicio, que clavó más de 8 veces el cuchillo en la espalda y el costado de su primera víctima, con 25 años de edad, podría presuntamente haberlo vuelto a hacer con 46 años.