«Nos tendremos que esconder en casa. Mi sobrinica no sale de casa por miedo. Hay que tener cuidado con llevar la bandera de España».

Estas palabras son del hermano de Víctor Laínez, la víctima de 55 años que fue golpeada hasta la muerte por parte del antisistema Rodrigo Lanza con una motivación ideológica. Víctor Laínez vestía con unos tirantes con la bandera de España.


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Y no es el único ejemplo. Hace pocos días, en el casco histórico de Zaragoza, cuatro jóvenes de ideología de extrema izquierda dejaron tuerto a un motero que acudía a un concierto en la conocida Casa del Loco. ¿Su único crimen para recibir semejante lluvia de botellas? Llevar un chaleco de su club motero con un pequeño parche con la bandera de España.

O el día que en el metro de Barcelona, hace unos meses, se agredió violentamente a un joven catalán que acudió a una manifestación a favor de la unidad de España convocada por los partidos constitucionalistas, donde acudieron miles de personas con banderas de España. ¿El delito del joven que recibió una brutal paliza? Llevar una gorra con la bandera de España.

Al igual que el camarero asturiano que fue criticado en las redes sociales por llevar una pulsera en defensa de la equiparación salarial de la Policía Nacional y la Guardia Civil respecto al resto de cuerpos autonómicos. Y éste contesto con toda la sinceridad: «Soy apolítico pero español»


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Es imposible entender como España es el único país del mundo donde llevar la bandera que nos representa a todos es motivo para tildar de facha a cualquiera. El odio anti todo lo que representa España es atizado desde la izquierda más extrema o el separatismo cada día con más insistencia. Esa visión rancia evidencia un complejo cada vez más hondo. Tanto la extrema izquierda como el nacionalismo excluyente sólo pueden vivir de los odios del pasado o de la exclusión al diferente.

«Es imposible entender como España es el único país del mundo donde llevar la bandera que nos representa a todos es motivo para tildar de facha a cualquiera»

En la política durante años, principalmente desde la derecha, se disimulaba el orgullo por portar la insignia nacional. O incluso había cierto recelo en público por parte de cualquier ciudadano.

Los balcones de un edificio en Zaragoza / HOY ARAGÓN

Sin embargo, cada vez es más habitual ver balcones lucir la bandera de todos. Las pulseras de miles de jóvenes. La cinta de la Virgen del Pilar con la bandera de España en cada vehículo. Los mitines de casi todos los partidos son inundados con banderas nacionales, desde el PSOE hasta VOX. E incluso alguno de ellos no se avergüenza de cerrar sus eventos con el himno nacional.


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La bandera es un símbolo que representa miles de sentimientos. E incluso antagónicos. Cada cual puede entender que la bandera es la defensa de los servicios públicos que enorgullecen a todo el país, la emoción del gol de Iniesta para darle a España la Copa del Mundo, el liderazgo de España en donación de órganos, la expansión de nuestro idioma a límites geográficos inimaginables, la defensa de igualdad de todos ante el pulso separatista que promueve la secesión o, por qué no, el respeto a todo un pueblo diverso que ha sabido conjugar las mejores gestas de la Historia de la Humanidad.

Los sucesos que han atentado contra la integridad o la vida de varios españoles por llevar la bandera de todos debe hacer que, con más fuerza, mantengamos la coherencia que cada cual defendemos en nuestro interior. No se puede atacar ni matar a nadie por ideología.

Y que quede claro: llevar la bandera de España sea donde sea es un orgullo. No es ni de derechas, ni de izquierdas, ni de católicos, ni de vegetarianos, ni de obreros, ni de capitalistas. Es de todos. No tengamos miedo a lucirla.