En estos tiempos de pandemia y rebrotes, a ratos me da por mirar atrás, hacia los orígenes del teatro. Trato de atisbar en esos confines alguna pista que me ayude a comprender a un tiempo la situación en la que nos encontramos y las fuerzas para seguir considerando al teatro como “un arma cargada de futuro” social y culturalmente hablando. 


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Estaba en esa búsqueda y divagación cuando volví a dar con el Edipo Rey de Sófocles. Esta obra es fundamental dentro los textos de la Grecia clásica.

La suelo utilizar en mis cursos de dramaturgia para explicar la Poética de Aristóteles y el canon que explica la estructura de la gran mayoría de las obras de teatro y los guiones de cine desde sus comienzos helénicos hasta nuestros días. Para revisitarla tal vez podamos ver la clásica versión cinematográfica de Pier Paolo Pasolini con la maravillosa Silvana Mangano como Yocasta.

Edipo Rey es el primer guion policiaco de la historia de la literatura. En esta obra el rey de Tebas, que vive plácidamente gobernando su ciudad-estado felizmente casado con Yocasta, tiene que tomar las riendas de una investigación porque su pueblo está sufriendo una epidemia de peste.

Deciden consultar al oráculo de Delfos, que vendría a ser algo así como preguntarle a Google por la solución para la crisis vírica. El oráculo les dice que la epidemia no desaparecerá hasta que no se resuelva quién mató a Layo, anterior rey de Tebas. Edipo, inconsciente, sigue pista tras pista la investigación de un asesinato con el noble fin de devolver la salud a su pueblo. Quiere encontrar al culpable, pero lo que descubre es que él fue el asesino de Layo, que además era su verdadero padre; y que Yocasta era en realidad su madre antes de ser su esposa.

A esta rocambolesca historia le hemos dado muchas veces muchas vueltas y sus ecos resuenan en otras obras como La vida es sueño, Blancanieves y desde luego en La interpretación de los sueños de Freud donde expone su famoso complejo de Edipo. Pero sin querer entrar en todas estas referencias me voy a permitir la osadía de reformular el famoso complejo de Edipo para ajustarlo más al original.

El nuevo complejo de Edipo, según lo leo en la tragedia de Sófocles y no en las teorías de Freud, sería la tendencia del ser humano a buscar los culpables fuera de sí para acabar descubriendo que uno mismo es, la mayoría de las veces, el mayor de los culpables.

Así reformulado, este nuevo complejo de Edipo explicaría porqué todos estamos empeñados en buscar culpables de la nueva epidemia en los políticos que no nos gustan, los científicos que no nos lo resuelven, los vecinos que se comportan o los que no se comportan como debieran y en general cualquier otro que nos aleje de nosotros mismos, sea este Donald Trump o Xi Jinping, a gusto del consumidor.

«El nuevo complejo de Edipo sería la tendencia del ser humano a buscar los culpables de la pandemia»

También nos explica el porqué, sin embargo, no queremos reconocer, como es evidente, que fuimos todos nosotros quienes minimizamos la magnitud del peligro no sólo cuando se hablaba de él en China sino cuando ya estaba en Italia; y también que somos nosotros mismos aferrados a una forma de vida hiperconsumista y demenciada para con las posibilidades de la Tierra quienes hemos propiciado una realidad donde los nuevos virus no sólo pueden aparecer con más facilidad por el deterioro de los ecosistemas animales, sino que además tienen el camino abierto para expandirse por el mundo en cuestión de semanas cuando a la peste le costaba años.

Somos nuestro propio virus, hay algún biólogo que considera al ser humano una especie de cáncer del planeta Tierra. En el fondo el virus y nosotros no queremos sino subsistir, sobrevivir. Esto, dicen, puede que haga al virus menos letal, pero de momento no ha hecho de nosotros unos seres más convivientes con nuestro ecosistema.

Somos unos grandes depredadores y nada parece detener nuestra voracidad con los recursos naturales por mucho que los científicos nos adviertan de cambio climático o nos llegue una plaga bíblica en forma de pandemia vírica.

Y ese repito parece ser nuestro verdadero complejo de Edipo: la culpabilidad está muy bien porque siempre es de otro. Lo estamos viendo ahora, cuando la evolución de la crisis sanitaria y económica más depende de la responsabilidad individual que cada uno tomemos con las medidas sanitarias. Como siempre la culpa es de otro y al mismo tiempo en muchos lugares se hace ostentación de la irresponsabilidad.

«Hay algún biólogo que considera al ser humano una especie de cáncer del planeta Tierra. En el fondo el virus y nosotros no queremos sino subsistir, sobrevivir»

Pero volvamos a Edipo rey, la obra primigenia. Cuando finalmente Edipo descubre que es el asesino de su padre, se está acostando con su madre y es el responsable de la peste que está sufriendo Tebas (aunque todo esto sea por un terrible juego de los dioses y el destino) Edipo asume su responsabilidad después de contemplar el suicidio de su madre y esposa. Ha alcanzado la verdad, ha visto la luz de su ceguera y con el broche del vestido de Yocasta, se arranca los ojos.

Solo así puede equilibrar el mundo, solo así toma una decisión que rompe su destino. Como explicaba hace unos años el filósofo Rafael Argullol solo así Edipo “pasará de ser un hombre libre pero ciego a ser un hombre ciego pero libre”.

Esperemos no tener que llegar al trance de Edipo, pero para ello seamos conscientes de que tenemos la responsabilidad del mundo en cada una de nuestras manos antes de preferir la culpabilidad ajena.

*Alfonso Plou es dramaturgo, docente, miembro fundador de Teatro del Temple, socio y gestor de Teatro de las Esquinas.