Ayer tuve que salir, por trabajo, dos horas de mi confinamiento y me sorprendió un cartel del bar ‘Ole con Ole’, que se pensaba inaugurar el pasado sábado 14 de marzo. Como una fotografía en la que un elemento no encaja.


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Todo es formalmente correcto, un letrero divertido, su barra ya preparada, mesas para vermú y comidas, y su carta menú ya expuesta para sugerirnos exquisitas viandas. Todo menos la fecha. El 14 de marzo es un día que ya no existe en la calle, en los bares, en la gente. El 14 de marzo es un día que sólo existe en las casas.

Horas antes… El tiempo se detuvo. No de golpe, no en un segundo; como una vieja cinta de VHS que empieza a fallar hasta que se detiene por completo. Para cada persona en punto en concreto, en un lugar determinado, en una hora interior.

«El 14 de marzo es un día que ya no existe en la calle, en los bares, en la gente. El 14 de marzo es un día que sólo existe en las casas»

En mi caso, como el de miles de zaragozanos fue el viernes 13 a eso de las 16:30 de la tarde. Lo más sorprendente es que desconocía que estaba ocurriendo. No lo entendí hasta 24 horas después.

Recogí a mis hijos de un colegio del que se despedían por tiempo indefinido con la intención de ir con ellos a clases de natación o a un parque a jugar al fútbol, alejados del resto de la gente, pero sin perder nuestras rutinas. ¡Qué equivocado estaba!

Ya en el taxi noté que algo chirriaba en mi decisión, Internet ya me adelantaba vía móvil que esto no era un simulacro, que era la vida real y que una vez que había contestado todas las respuestas, la vida había cambiado todas las preguntas. Nos fuimos los tres a casa. Yo no podía imaginar que en ese momento mi reloj se estaba parando.


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La distopía lo invadió todo, cubrió la sociedad de nuevas formas de no relación a la que nos hemos tenido que adaptar físicamente pero que mentalmente no entendemos todavía, tardaremos, nos dejará secuelas, no seremos los mismos cuando volvamos a la casilla de salida de la cercanía social.

El tiempo es más lento, casi inerte, pareciera que este virus letal llevara con nosotros años, y no vemos o imaginamos, cómo seremos ese ansiado día después. Sabemos que el reloj se ha parado, necesitamos saber cuándo y cómo arrancará.