*Nota del editor: Álvaro Lana es director de Abante en Zaragoza

Un momento clave para la supervivencia de la empresa familiar es el relevo generacional al frente de las mismas. Un proceso que no está exento de dificultades, puesto que se mezclan las cuestiones meramente empresariales con las familiares y personales. Para evitar preocupaciones y problemas en el futuro, es fundamental trazar un plan estratégico global que tenga en cuenta el equilibrio entre todos estos elementos.

Sin embargo, muchas compañías no planifican adecuadamente este reto que plantea la sucesión. De hecho, más de la mitad de los ejecutivos de las empresas familiares no tiene un plan de sucesión, tal y como pone de relieve el informe de KPMG de hace unos meses realizado a partir de encuestas en más de 30 países. Otros informes reflejan que el porcentaje de empresas familiares en las que existe un plan y protocolo de sucesión es aún menor, a pesar de que en muchas compañías las generaciones millennial ya están preparados para asumir responsabilidades, como destaca The Step Project, una organización independiente cuyo foco es el estudio de los negocios familiares.

Los cambios generacionales afectan a cómo se gestiona la compañía, porque cada generación tiene su propio enfoque, tanto vital y personal, como de la empresa y el trabajo. Entender a las diferentes generaciones y el enfoque de cada una, las necesidades de la compañía desde el punto de vista de negocio y de los accionistas, como individuos, pero también como familia en la que hay establecidas diferentes relaciones, es fundamental para que la transición sea un éxito y para la pervivencia y desarrollo de la empresa familiar en el largo plazo, en un entorno cada vez más cambiante e incierto.

Desde nuestro punto de vista, las empresas familiares tienen un reto importante, porque siendo rentables y fuente de generación de empleo, también es verdad que muy pocas, una de cada diez, llegan a la tercera generación. Es importante reconocer el papel de cada miembro de la familia, empezando por el fundador, comprender las necesidades del proyecto, y definir de forma clara dónde se quiere llegar y qué reglas se establecerán para alcanzar ese objetivo.

Las familias empresarias deben tener en cuenta que el patrimonio familiar es una suma de partes entrelazadas, deben ser conscientes de que las decisiones empresariales afectan al patrimonio familiar y viceversa. Por ello, es fundamental realizar un ejercicio de reflexión, pero también de proyección, entender los componentes emocionales y los componentes de negocio o los aspectos más técnicos para diseñar ese plan sucesorio de la empresa familiar. Todo ello nos permitirá alinear los intereses de los diferentes miembros de la familia empresaria con el proyecto en el largo plazo. En nuestra experiencia también es necesario que se imponga cierta dosis de pragmatismo para adoptar las mejores decisiones para cada uno y para el proyecto familiar. Y es básico tener claro el foco y la estrategia.

Para tener una perspectiva completa de estos retos, en Abante hemos organizado una conferencia sobre la “Empresa familiar frente al reto de la sucesión, en la que contaremos con la participación de Ignacio Osborne, presidente del Grupo Osborne, y miembro de la sexta generación de una de las empresas familiares con más tradición de España, y, por parte de Abante, su presidente, Santiago Satrústegui, y los socios Belén Alarcón y Pablo Márquez de Prado, directores de los departamentos de asesoramiento patrimonial y de asesoramiento corporativo, respectivamente.

Esta conferencia forma parte del ciclo sobre planificación sucesoria, en el que abordamos diferentes aspectos relacionados con este ejercicio, que es importante pero que nos suele costar mucho. De hecho, la siguiente conferencia que haremos, en junio, pone el foco en por qué a las personas nos cuesta pensar en el futuro y tomar decisiones con la vista puesta en el largo plazo.

*Álvaro Lana es director de Abante en Zaragoza

*Aquí más artículos de Álvaro Lana en HOY ARAGÓN