Si el panorama actual que vive Aragón o España por la pandemia de COVID-19 ya resulta alarmante, o extremadamente alarmante. Es imposible no sentir pavor cuándo comienzas a ver negocios de hostelería de toda la vida con el cartel de ‘se traspasa’. El sector de la hostelería ha sido el más castigado por las medidas restrictivas del Gobierno de España, y del Gobierno aragonés, desde el inicio de la pandemia.


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Y es de todo injusto. Quizá no haya sido el sector que más, pero si uno de los que más empeño le han puesto para garantizar la seguridad sanitaria desde que les permitieron abrir sus puertas tras el confinamiento.

No sólo con un gasto ingente para acatar todas las recomendaciones -o más bien obligaciones- sino que incluso no han dejado de pagar a sus proveedores o empleados. Porque nadie mejor que ellos para saber que si uno cae, terminan cayendo todos.

Son el salvavidas de una economía local que se teje desde lo más abajo de nuestro bolsillo para terminar alegrando nuestras calles, que son parte de nuestra cultura callejera, y dan sustento a las ciudades y a los pueblos. Son el sector más desprestigiado pero el que más amortigua el tejido del comercio local.

«No sólo con un gasto ingente para acatar todas las recomendaciones -o más bien obligaciones- sino que incluso no han dejado de pagar a sus proveedores o empleados»

Pero la culpa es de la hostelería. O eso se intuye en cada una de las medidas implantadas por el Gobierno de España, con el sello aún más incriminatorio del Ejecutivo de Javier Lambán. Pero nada más lejos de la realidad.

La culpa al final ha sido de cada uno de nosotros por relajarnos en la parada de autobús, esperando al crio que salga del colegio, en esa terraza del restaurante del barrio o en la comida familiar de los domingos cuándo nos quitamos la mascarilla sin pensar con quién estamos. O de dónde ha venido, con quién ha estado, si ha tenido síntomas…


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Da igual. Era el único momento donde todo importaba menos. Y aún más si le sumas el aditivo del alcohol que todo lo amansa con artificio. Pero todo esto que escribo no es importante. En el relato o en la imagen colectiva de la sociedad queda grabado que la culpa de todo es de la hostelería. Y por ello es la más castigada en las restricciones aprobadas.

Y han sido los que más han cumplido con los deberes sanitarios. Sólo quedará volver al formato ‘delivery’ o ‘take away’ para socorrer a un sector herido de muerte. Eso sí, hasta entonces habrán caído cientos de bares que eran parte de nuestra fisionomía más urbana y nunca más veremos. ¿La culpa de la hostelería?… quédate con eso si te sientes mejor. Pero luego deberíamos mirarnos todos al espejo.