Acierta la sabiduría popular al sentenciar que lo que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que de Juan. Basta comprobar para ilustrar el aforismo, hasta qué punto la política, lejos de ser siempre el noble arte de llegar a acuerdos en beneficio de los demás, se ha convertido en el disfraz que algunos emplean para ocultar su propia mezquindad.

Desde el Partido Popular, sin ir más lejos, hay quienes acusan de vendida a Fátima Báñez por mostrar su apoyo a una reforma laboral consensuada por los principales agentes sociales de España, entre los cuales destaca la CEOE, cuya Fundación dirige hoy la que fuera ministra de Empleo en el Gabinete de Rajoy. Resulta que en Génova,13 no ha gustado nada que Báñez aparezca en la foto con Garamendi y menos aún con la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, a quien la ex ministra ¡se habría atrevido! a agradecer en un reciente encuentro su predisposición a refrendar el acuerdo desde la responsabilidad y la visión de Estado de la que otros carecen. El caso es que lo que no deja de ser un posicionamiento, tan legítimo y respetable como cualquier otro, se ha interpretado de forma ruin y torticera entre algunos dirigentes del PP, como el justiprecio al hecho de que la impulsora de la reforma de 2012 perciba un salario de la CEOE. Muy liberal, claro que sí.

Tampoco los populares de Aragón han evitado los aspavientos y la sobreactuación de la que vienen haciendo gala en las ultimas semanas, al sugerir, sólo como sospecha, que la suspensión de última hora de la cumbre que debían celebrar en Balaguer Javier Lambán y Pere Aragonés obedece a una llamada de Moncloa, invitando al presidente de Aragón a adoptar esa decisión, aunque fuera de forma abrupta, para no enfadar y molestar a los socios de ERC que sostienen a Sánchez en el poder. Hete aquí dos claros ejemplos de cómo, efectivamente, lo que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que de Juan.

Porque, al fin y al cabo, es normal que un partido, que desde los despachos de Génova se ha dedicado en los últimos meses a comprar voluntades y fomentar el transfuguismo, tratando de echar a patadas del tablero a quienes han cometido el imperdonable pecado de negarse a dejar de ser socios, para pasar a ser cómplices, sea incapaz de entender que hay personas que hacen lo que creen que es correcto o conviene en cada momento, sin necesidad de que medie una nómina, una cadena de favores o la endeble promesa de un cargo en el futuro.

Se entiende igualmente que Ana Alós sugiera sin sonrojarse y sin otro indicio que el de sus barruntos, que Moncloa ha descolgado el teléfono y ha puesto firme a Lambán, para que anteponga el interés electoral de Sánchez al de los aragoneses en la candidatura olímpica de 2030, ordenándole para ello cancelar la cita con su homólogo catalán que debía haberse celebrado este viernes.

En realidad, digo yo, ¿por qué iban a pensar en el PP de Aragón que no ha sido así? ¿Acaso no acaban de ver cómo el presidente de Castilla y León, a la señal de Pablo Casado, no ha dudado un instante en relegar el interés general de sus vecinos, para satisfacer la estrategia electoral de su jefe de filas?

Desde Génova han decidido que Castilla y León sea el tentadero en el que se prepare el aspirante -vacas no han de faltar- por si algún día toca torear en la Moncloa. Y Mañueco ha tragado, a costa de despreciar a los castellanos y leoneses, poniendo patas arriba en plena ola de contagios un gobierno que funcionaba e incluyendo en el cese a la consejera mejor valorada, que era precisamente la consejera de Sanidad.

Siendo así, ¿por qué habrían de dudar los populares aragoneses de que lo que han visto hacer en casa no sea capaz de hacerlo también Sánchez con Lambán y que éste consienta, como ha consentido Mañueco? Si a la vista está que lo que Pedro dice de Juan, dice más de Pedro que de Juan, parece también evidente que, cuando la política se pervierte, acaba pensando el ladrón que todos son de su condición.

*Daniel Pérez Calvo es portavoz de Ciudadanos en las Cortes de Aragón y vicesecretario nacional de Ciudadanos