Cualquiera que me conozca o que haya consumido alguna de las entrevistas o artículos donde me he explicado sabe que me propuse dos misiones principales cuando accedí a la presidencia de los Jóvenes Empresarios de Zaragoza (AJE): por un lado el de defender un trabajo entre profesionales unidos con el objetivo de sumar esfuerzos y ser más fuertes. Y, por otro, defender el valor de los empresarios en la sociedad.

Sin darnos cuenta, hemos acabado con el primer semestre de este temido 2021. Y, en mi opinión, hay cosas que no han sido tan malas. La fuerza para salir adelante con más ímpetu que nunca ha sido algo visible. En mi despacho estamos trabajando a un ritmo imparable. Mi compañero Luis y yo somos prudentes, desde hace años nos esforzamos por crear valor a nuestros clientes, proveedores, partners. Y ello ha hecho que este año muchas personas, por motivos más o menos agradables, estén confiando en nosotros. En AJE Zaragoza no hemos interrumpido la actividad. Ha cambiado, sí, pero tenemos actividades entre manos, proyectos, estamos aportándonos conocimiento unos a otros. Estamos creciendo juntos y tejiendo la base para cuando realmente podamos hacer cosas con esa ansiada normalidad.

¿Qué hace falta para hacer crecer nuestras empresas? A todo el mundo le viene a la cabeza lo más obvio: ganar dinero, tener al mejor talento, tener buenos proveedores, conseguir clientes, mejorar productos o servicios, ser competitivos. Pero, ¿a qué precio? En las últimas semanas me he dado cuenta de lo determinante que es la actitud para cerrar negocios y para que estos mejoren resultados.

En demasiadas ocasiones se pasa por alto el valor de ser amable. Sí, de tratar bien al de enfrente. Históricamente, los empresarios cargamos con esos prejuicios de película donde somos despiadados, cerramos la boca del de enfrente con una frase arrolladora, nos da igual los sentimientos del de enfrente si eso alimenta nuestro ego y nos trae unos pocos euros más. Y es que, en ocasiones, es así.

A medio y largo plazo, no trae nada bueno. Si en nuestro entorno personal no queremos familiares y amigos maleducados y que nos hagan daño ¿por qué lo toleramos en el mundo empresarial? Es responsabilidad de todos ser amables con el de enfrente para contagiarlo. Demandar una amabilidad si se nos falta al respeto. Porque la seriedad en los negocios no debe estar ligada a la mala educación. No todo vale si hablamos de el trato entre personas.

La amabilidad es una característica que nos hace más humanos, nos ayuda a gestionar mejor los conflictos, a encontrar soluciones. E incluso a mejorar el resultado de las acciones. Se saca más de tus colaboradores, clientes y proveedores tratándoles bien. Generar un buen ambiente es crucial. En los puntos en los que todos confluimos es donde se producen las mejores cosas. Con la amabilidad somos mejores personas y también mejores empresarios. Busquemos esos puntos de luz común. Que nunca se pierdan las buenas formas.

*Silvia Plaza es abogada y presidenta de AJE Zaragoza